Miculax y La llama del retorno


En el pasado abril, la editorial í“scar de León Palacios publicó, en su segunda edición, las novelas «Miculax», de Jorge Godí­nez, y «La llama del retorno», de Carlos René Garcí­a Escobar.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

«Miculax», como se supondrá, es la historia del famoso pedófilo e infanticida guatemalteco que así­ se apedillaba. Para quien no conozca la historia, Miculax fue capturado en la década de los cuarenta, por haber sembrado el terror entre los niños, a quienes violaba y asesinaba. Al ser capturado, Miculax fue condenado a muerte. Su cerebro fue objeto de estudio en la Facultad de Medicina de la Universidad de San Carlos, para verificar si habí­a algún tipo de patologí­a en este tipo de «desviaciones». Al final, su cabeza fue robada, supuestamente por un grupo satanista, que la habrí­a utilizado como objeto de adoración.

El compañero cómplice de Miculax, también fue capturado y condenado a cárcel. En prisión, se convirtió al protestantismo. Al salir, se cambió el nombre y se volvió pastor evangélico; nunca más se supo de él. Básicamente, la novela de Godí­nez sigue con esta lí­nea argumental.

«La llama del retorno» es la historia de Ariel, que vivió como indocumentado en Los íngeles, California, donde conoce a Debi, una estadounidense de quien se enamora, estableciendo con ella un noviazgo basado en las relaciones sexuales. En el í­nterin, se relatan escenas ocurridas en Guatemala, donde Ariel recuerda estas experiencias, así­ como las dificultades de los indocumentados.

Habitualmente, en este espacio se reseña sólo un libro; sin embargo, en esta ocasión hay coincidencias de comentarios para estas dos novelas, por lo que podrí­an incluirse en uno solo.

En primer lugar, hay que remarcar que éstas son las segundas ediciones de estas novelas. Miculax habí­a sido publicada en 1991, y la otra en 1984. Hay que señalar esto, pues en el mundo editorial de Guatemala esto sucede con dificultad. Comúnmente, se han hecho segundas ediciones (o más) a libros consagrados, o de autores guatemaltecos reconocidos en el extranjero. Es el caso de los libros de Asturias, Monterroso, Cardoza, Marco Antonio Flores, Ana Marí­a Rodas o Dante Liano. Esto sucede porque, por decirlo así­, tienen aún demanda por el público.

No sé exactamente cuál fue el criterio para la í“scar de León Palacios de lanzar estas segundas ediciones, pero, al conversar con los autores, puedo imaginar cuáles fueron.

Para «La llama del retorno», Garcí­a Escobar comentó que ésta fue la primera novela en Guatemala, y probablemente una de las primeras en Latinoamérica, en tratar literariamente el tema de los migrantes indocumentados en Estados Unidos. Por como se ha desarrollado actualmente este tema en la actualidad, la novela deberí­a aportar una nueva perspectiva para esta problemática.

Dentro de la novela, el protagonista relata la forma en que tuvo que pasar la frontera, de manera muy penosa (aunque ahora hay peores formas), y la angustia que viví­a diariamente por el acoso de Migración.

Para «Miculax», Godí­nez comentó que en 1991, el año de su primera edición, esta novela fue la única novela guatemalteca que aparecí­a entre los diez libros más vendidos, lo cual, para esa época, era un verdadero logro, debido por la poca producción editorial de hace más de quince años.

Además, considero que la historia, la verdadera, de Miculax es suficientemente interesante por sí­ sola, por lo que Godí­nez tuvo un verdadero acierto en escoger esta historia para novelarla.

Hace algunos años, los padres aún asustaban a sus hijos diciéndoles que no salieran solos a la calle, porque, si no: «los iba a agarrar Miculax», lo cual significa que este personaje logró penetrar en el inconsciente colectivo del guatemalteco.

Godí­nez comentó, también, que el libro estaba basado en los artí­culos periodí­sticos de la época, por lo cual dennota un acusioso trabajo de investigación y una fidelidad histórica. Según indicó el autor, fue Celso Lara quien le recomendó que quitara las crónicas periodí­sticas; sin embargo, yo las hubiera dejado, o al menos como un apéndice, ya que serí­a muy interesante leerlas.

El valor de ambas novelas, considero que se encuentra en ese carácter histórico-antropológico sobre los temas que trataron: las migraciones y el temor a los asesinos. El hablar del guatemalteco, sus costumbres, su modo de pensar está bien reflejado en estas dos novelas.

Sin embargo, considero que sí­ hay algunas crí­ticas objetivas qué hacer con respecto a las ediciones (pese al innecesario y temeroso epí­logo de la página 247 de «Miculax»); primero, para ser novelas, contienen muchas digresiones, algunas de ellas hasta fuera de lugar. No es que una novela no pueda tenerlas. Por ejemplo, las novelas románticas (como «Rojo y negro» de Stendhal) o las neoclásicas (como «El cristiano errante» de Antonio José de Irisarri) estaban llenas de digresiones. El problema es que en el lector contemporáneo difí­cilmente puede hacer mucho tiempo para leer, por lo que un libro innecesariamente voluminoso, a veces, no llega a terminar de leerse, pues en tiempos modernos el tiempo es fundamental (de ahí­ la preferencia a los cuentos cortos).

En este mismo sentido, considero que la diagramación de ambos libros deberí­a optimizar los espacios, con estrategias, por ejemplo, reducir el tamaño de letra, el interletraje y el interlineado. Los libros, las carátulas, tienen una agradable presentación; sin embargo, si se optimizaran los espacios, la ediciones tendrí­an, al menos, unas 50 páginas menos, sin que esto represente dificultades para leer a los lectores.

Para «La llama del retorno», ésta contiene demasiados errores ortográficos, lo cual dennota poco cuidado en la edición. Además, se incluyen textos en inglés (que es muy básico), tiene errores aún peores. Por supuesto que las faltas de ortografí­a no le quitan calidad literaria, pero sí­ desmotivan al lector.

En cuanto a «Miculax», que sí­ tiene un mejor cuidado ortográfico, posee diálogos de lo que supuestamente dijeron los personajes durante los acontecimientos narrados. Obviamente, esta novela debe considerarse policí­aca e histórica, y debe seguir necesariamente algunas caracterí­sticas. Primero, para ser histórica, debe basarse en los hechos, y los diálogos ficticios deben ser bastante verosí­miles, lo cual no logró hacerlo. Por su parte, para una novela policí­aca, los diálogos, además, deben tener mucha profundidad psicológica. En vez de esto, considero que los diálogos son muy simples y hasta inocentes.

* Don Quijote de la Mancha, primera parte, capí­tulo 6