Nuestra oferta política es amplia: tenemos más de 26 partidos políticos en competencia electoral. Quiere decir esto que no nos podemos quejar de nuestra producción política, quizá seamos estériles e inocuos en muchos campos de la creación y la iniciativa empresarial, pero en materia de imaginación política somos fecundos. Podemos ufanarnos, somos un país pequeño, pero ubérrimos en ofertas electorales.
Lo que no quiere decir, por supuesto, que aportemos al mundo de la filosofía política. En esto debemos reconocer que no le sacamos sonido a la flauta. Nuestros partidos políticos más bien entonan un monótono sonido que se afana por la notas de la parte derecha del teclado. Si mucho se juega con un par de acordes cacofónicos, quizá se llegue hasta a algún círculo musical, pero de ahí no se sale. De ahí lo aburrido que suenan sus canciones.
Nuestros partidos, más de 26 imagínese, en el mundo conceptual no se aproximan a ninguna filosofía, en realidad balbucean ideologías. Repiten catecismos memorizados y entonan antífonas aprendidas en libros para “dummiesâ€. Son muy activos nuestros políticos, algunos de ellos, incluso, parecen sufrir de hiperactividad y/o pérdida de atención (así lucen Sinibaldi y Baldizón, para poner un ejemplo), pero son incapaces de sorprendernos con ideas nuevas, planteamientos aderezados con un sabor original o simplemente con la estructura de un argumento elegantemente presentado.
Nuestros oferentes, incluso, sufren de atrofia estética. Basta considerar su propaganda para enterarse que si visitaron alguna vez Europa o los llevaron a ver alguna puesta de sol, se emborracharon en alguna cantina o montaron motos a la orilla del mar. Escuche las canciones forzadas, lea las frases bajadas al parecer de algún sitio de Internet (el rincón del vago, de repente) o considere un discurso y se dará cuenta que nuestros políticos sufren (la mayoría) de oligofrenia, retraso o imbecilidad crónica.
A todo esto hay que sumarle la incapacidad del enfermo en aceptar sugerencia o simplemente dejarse asesorar. La mayor parte de nuestros políticos tienen el problema de creer que lo saben todo (son “todólogosâ€): dominan la propaganda, la publicidad, las relaciones públicas, la oratoria, la filosofía, la música, la literatura y el arte en general. Son unos genios. Casi superan a algunos periodistas gallos que elucubran de lo que sea.
Más de 26 partidos políticos, increíble. Lástima que todo sea espejismo porque el 99 por ciento patea con la misma pierna: la derecha. Inútiles para la “sinistraâ€, como dicen los italianos. Son futbolistas políticos que frente al marco pierden goles por su defecto de nacimiento, por las orejeras de burros que les impide ampliar la visión. De modo que no nos hagamos ilusiones, de tal número de partidos no se saca uno solo que valga la pena y mueva nuestras voluntades, de aquí tanta decepción electoral. Entiendo tanta pachorra electorera.