Más de 26 partidos


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Nuestra oferta polí­tica es amplia: tenemos más de 26 partidos polí­ticos en competencia electoral. Quiere decir esto que no nos podemos quejar de nuestra producción polí­tica, quizá seamos estériles e inocuos en muchos campos de la creación y la iniciativa empresarial, pero en materia de imaginación polí­tica somos fecundos. Podemos ufanarnos, somos un paí­s pequeño, pero ubérrimos en ofertas electorales.

Eduardo Blandón

 


Lo que no quiere decir, por supuesto, que aportemos al mundo de la filosofí­a polí­tica.  En esto debemos reconocer que no le sacamos sonido a la flauta.  Nuestros partidos polí­ticos más bien entonan un monótono sonido que se afana por la notas de la parte derecha del teclado.  Si mucho se juega con un par de acordes cacofónicos, quizá se llegue hasta a algún cí­rculo musical, pero de ahí­ no se sale.  De ahí­ lo aburrido que suenan sus canciones.

             Nuestros partidos, más de 26 imagí­nese, en el mundo conceptual no se aproximan a ninguna filosofí­a, en realidad balbucean ideologí­as.  Repiten catecismos memorizados y entonan antí­fonas aprendidas en libros para “dummies”.  Son muy activos nuestros polí­ticos, algunos de ellos, incluso, parecen sufrir de hiperactividad y/o pérdida de atención (así­ lucen Sinibaldi y Baldizón, para poner un ejemplo), pero son incapaces de sorprendernos con ideas nuevas, planteamientos aderezados con un sabor original o simplemente con la estructura de un argumento elegantemente presentado.

               Nuestros oferentes, incluso, sufren de atrofia estética.  Basta considerar su propaganda para enterarse que si visitaron alguna vez Europa o los llevaron a ver alguna puesta de sol, se emborracharon en alguna cantina o montaron motos a la orilla del mar.  Escuche las canciones forzadas, lea las frases bajadas al parecer de algún sitio de Internet (el rincón del vago, de repente) o considere un discurso y se dará cuenta que nuestros polí­ticos sufren (la mayorí­a) de oligofrenia, retraso o imbecilidad crónica.

               A todo esto hay que sumarle la incapacidad del enfermo en aceptar sugerencia o simplemente dejarse asesorar.  La mayor parte de nuestros polí­ticos tienen el problema de creer que lo saben todo (son “todólogos”): dominan la propaganda, la publicidad, las relaciones públicas, la oratoria, la filosofí­a, la música, la literatura y el arte en general.  Son unos genios.  Casi superan a algunos periodistas gallos que elucubran de lo que sea.

             Más de 26 partidos polí­ticos, increí­ble.  Lástima que todo sea espejismo porque el 99 por ciento patea con la misma pierna: la derecha.  Inútiles para la “sinistra”, como dicen los italianos.  Son futbolistas polí­ticos que frente al marco pierden goles por su defecto de nacimiento, por las orejeras de burros que les impide ampliar la visión.  De modo que no nos hagamos ilusiones, de tal número de partidos no se saca uno solo que valga la pena y mueva nuestras voluntades, de aquí­ tanta decepción electoral.  Entiendo tanta pachorra electorera.