Ya formado el Gabinete con la tranquilidad de saber que el Presidente y Vicepresidente seríamos complementarios, cada quien en su rol, que no permitiríamos que la intriga o las malas influencias separaran o afectaran la confianza y la comunicación mutua iniciamos como un conjunto.
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El Gabinete está integrado por mujeres y hombres con diferentes características personales, virtudes y defectos. Algunos llevan criterios o consignas propias y si fueron propuestos por persona o grupo en particular, tratan de satisfacer el compromiso que traen debajo de la manga.
Desde el inicio expresamos a los integrantes del gabinete que deberían de tener presente el hecho que eran funcionarios de confianza, no electos, que todos y cada uno de ellos tenían cargos políticos, que pensar que no lo eran significaba ignorancia y autoengaño de la realidad.
Nuestro gobierno no tuvo, ni permitió que existieran nombramientos anómalos o ilegales; es decir, no hubo personeros del Presidente o comisionados presidenciales, nombramientos que no están contemplados dentro del sistema jurídico vigente.
Pronto comprendimos y comprobamos lo serio de la evasión fiscal, la baja y complicada recaudación de impuestos, la presión externa, especialmente de Estados Unidos. También nos percatamos que la cúpula empresarial se preocupaba solo de sí misma, que no tenía permeabilidad para encontrar consensos nacionales, sólo estaba preocupada de sus intereses particulares.
Lentamente fuimos conociéndonos entre sí, con frecuencia le recordamos al Gabinete que solo el Presidente y el Vicepresidente eran inamovibles, el resto eran igual que fusibles o seguros del sistema político, podían fundirse por sus aciertos o desaciertos y ser necesaria su sustitución.
Poco a poco fuimos conociendo la capacidad o la debilidad de quienes integraban el gabinete; así se fueron produciendo los ajustes o cambios, paulatinamente se abordaron las tareas de mejorar la educación, salud, alimentación, infraestructura, de cumplir y superar las muchas necesidades, especialmente la pobreza.
Si me preguntaran cómo fueron los eslabones o las piezas del gabinete, diría que hubo buenos ministros y secretarios. Como ejemplos de responsabilidad señalaría a Juan Francisco Alfaro, Otilia Lux Cojtí, Mario Bolaños, Gabriel Orellana, Eduardo Weymann, Edin Barrientos y Ricardo Marroquín, quienes se distinguieron por cumplir honesta y eficientemente su responsabilidad, aun a veces en contra de los requerimientos partidarios.
Si me preguntaran con insistencia quién no cumplió su tarea específica, señalaría a Edgar Gutiérrez, Secretario de Análisis Estratégico, quien mientras fungió en dicho puesto nunca hizo planteamientos o análisis al Gabinete, al ser trasladado al Ministerio de Relaciones Exteriores, hecho que fue un desacierto, solo se dedicó a viajar y a beneficiarse él y sus allegados, especialmente el viceministro Alfredo Trinidad que salió quemado del Parlacen pero que gracias a Gutiérrez logró un trampolín para vengarse del Parlacen afectar a la integración.