No me refiero necesariamente al sentido religioso cristiano, si no al sentido religioso que sin la distinción de ideologías o de dioses específicos, emana siempre de lo más hondo de la espiritualidad humana y que exige, como la periodicidad de los ciclos cósmicos, reafirmarse a cada cuando, generalmente cuando los ciclos se cierran y se abren para dar paso a la esperanza en la continuidad de la vida, como ha sucedido en los solsticios de invierno desde tiempos inmemorables.
El sentido religioso es el vínculo, el hilo invisible que exige la comunión entre todos los seres, especialmente entre aquellos que pertenecen a la misma especie; aunque hay seres en quienes dicho sentido se manifiesta con más fuerza y les reclama una percepción de la unidad a niveles más generales, es decir, cósmicos, como pasó con el Santo de Asís.
El nivel probablemente más elemental del sentido religioso, lo constituye el sentido de pertenencia a un grupo, el cual se manifiesta, por ejemplo, en las posadas, en las romerías, en las reuniones familiares, y en las fiestas en general, entre muchas manifestaciones más. La vivencia de la unidad se hace perceptible cuando se establece la comunión. Comunión que conlleva el poder de la comunicación en el compartir que es, a su vez, establecimiento de puntos de contacto mutuos en los cuales convergen puntos de vista, intereses, temores, expectativas, etc. En la comunión se establece también el reconocimiento que significa la seguridad o certeza de algo, en este caso de la existencia del otro, al volver por segunda vez a él y verificar que, efectivamente, es algo, es decir que existe. El reconocimiento que por estos días se manifiesta en la entrega de regalos y en los convivios navideños.
Otro elemento fundamental, inseparable del sentido religioso, lo es también el ritual del fuego. El fuego es la posesión máxima del ser humano; su domesticación constituye, hoy por hoy, el mayor y más significativo alcance cultural. Sin el fuego, el avance tecnológico y la sobrevivencia misma de la especie, pudo haberse puesto en riesgo de anulación total. Es por ello que ese sentido religioso, inherente al ser humano, se hace patente también, inseparable de los juegos pirotécnicos.
Fuego y sentido religioso han permanecido unidos durante mucho tiempo.