Hoy se celebra el Día Internacional de la Solidaridad con los Migrantes. Esta fecha se eligió porque el 18 de diciembre de 1990 Naciones Unidas adoptó la Convención Internacional para la protección de los derechos humanos de todos los trabajadores migrantes y miembros de sus familias. Esta es ocasión oportuna para reconocer las aportaciones de los migrantes a las economías y bienestar de sus países de acogida y lugares de origen, y para promover el respeto de sus derechos fundamentales.
En 2006, 12.6 millones de latinoamericanos enviaron 45 mil millones de dólares a sus parientes. Esa suma ?superior al valor de los créditos otorgados por los organismos internacionales?, está plenamente compensada porque esos inmigrantes produjeron en el mismo lapso 500 mil millones de la misma moneda en su nuevo país.
La razón determinante de las migraciones se vincula con la influencia de las expectativas de los habitantes sobre sus países o regiones, que los llevan a abandonar su tierra, si creen que habrá un futuro mejor. Las razones movilizadoras persistirán mientras haya países como Guatemala que no logran solucionar sus problemas de pobreza y desempleo.
Hay tres clases migrantes. Unos abandonan voluntariamente su tierra de origen en busca de un destino mejor en el exterior. Otros se alejan forzados por el miedo y la inseguridad. También están los que se desplazan en el interior de un país, atraídos por las grandes ciudades, ante las demandas insatisfechas de trabajo en el medio rural, o por otras razones.
Cuando los sistemas de asilo o de residencia se restringen, también se clausuran los deberes humanitarios de dispensar protección a quienes están en situación de riesgo físico o de necesidad económica. Asimismo, se observa que las limitaciones en el ingreso de migrantes provocan respuestas desesperadas, canalizadas con frecuencia por vías clandestinas, manipuladas delictivamente, que no sólo defraudan a los interesados sino que, además, se sirven de la debilidad de los indocumentados para explotarlos.
El mundo tiene que volver los ojos, una y otra vez, a quienes abandonan sus hogares para marchar hacia nuevos horizontes. Detrás de toda migración asoma, siempre, la necesidad del ser humano de buscar su lugar en la Tierra.