Sobre los esteroides y las adopciones


Tras leer el criterio que algunos tienen sobre las adopciones como una sana y conveniente actividad comercial que debió preservarse así­, cual puro negocio, me imagino que esas mismas personas estarán sorprendidas por el escándalo que se armó en Estados Unidos por el uso de esteroides en el béisbol puesto que desde su particular perspectiva, los jugadores están haciendo uso de su libertad para obtener mayores ingresos y en buena medida han beneficiado al negocio del béisbol al convertirse en poderosos jugadores que con su fuerza lograda a punta del uso de tales productos, atraen a más gente a los estadios.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Algunos de los que sostienen que es inaudito pensar que la mujer es dueña de su cuerpo para hacerse un aborto, defienden a capa y espada la libertad que tienen las mujeres para embarazarse como puro negocio para vender a los niños a los traficantes. En otras palabras, siempre y cuando el cuerpo esté al servicio del mercado, efectivamente la mujer es libre de hacer lo que le venga en gana. Esos mismos tendrán que defender a toda costa el derecho que tienen los jugadores a utilizar cualquier fármaco que les mejore su capacidad deportiva, puesto que al fin y al cabo simplemente están participando en ese proceso que todo lo justifica cuando se trata de generar negocio, de promover el libre mercado y la mayor actividad económica que, desde ese peculiar punto de vista, tiene que permitirse sin intromisiones ni mucho menos cortapisas.

Siempre y cuando el objetivo final sea hacer dinero, no importa el cómo y lo mismo vale para el negocio de la compraventa de niños que para el uso de substancias prohibidas que aumenten el poder de los atletas. Al fin y al cabo, dirán los teóricos de esa brutal economí­a, si los esteroides terminan provocando daños fí­sicos irreparables a quienes los usan, es problema de ellos pero ya cumplieron con su cometido de ser verdaderas estrellas capaces de lanzar la bola más rápido y fuerte que cualquier otro mortal o de enviarla más lejos con un poderoso batazo.

No hay razón para que la sociedad se preocupe por los problemas derivados del mal ejemplo, de la influencia que ejercen esos deportistas en los jóvenes que los idealizan como héroes dignos de ser imitados. Ese no es problema que quite el sueño a quienes creen que ante todo está el mercado y que no existe otro valor digno de ser preservado más allá que esa libertad económica que nos permite hacer dinero a como dé lugar. Si una madre se convierte en paridora para generar pequeños que abastezcan el mercado de exportación de niños, está en su perfecto derecho a recibir dinero porque vender a un hijo no tiene nada de malo desde la perspectiva del mercado: «Al fin y al cabo no lo está abortando», dicen muy ufanos para relativizar el desnaturalizado hecho de producir hijos simplemente para venderlos.

La decencia ya no paga, porque un atleta que no usa esteroides estará en desventaja frente a quien los usa y es, desde la visión del mercado, un ser astuto que usa los recursos a su alcance para lograr el «éxito», como lo hacen los abogados que surten de niños a las familias extranjeras que los desean. El tema es hacer plata sin que importe cómo, porque la admiración y el bienestar dependen de cuánto y no de la forma en que se obtuvo.