¿Podremos planificar nuestro futuro?


Cuando irrumpió la primera vez en las contiendas electorales nacionales, el ingeniero ílvaro Colom, en aquella coalición cuya denominación le diera una corta vida al partido Alianza Nueva Nación, su participación posicionó a unos cuantos diputados al Congreso de la República. Las acciones y reacciones de los legisladores, tanto como las decisiones de quienes dirigí­an las expresiones de la izquierda histórica coaligada primero y dividida después, generaron en mutuos desencantos entre todo el elenco. De aquel grupo ahora sólo sobrevive la Secretarí­a General de otro partido polí­tico de reciente creación, el Encuentro por Guatemala y su diputada Nineth Montenegro.

Walter del Cid

Cuatro años más tarde, dirigiendo su propia organización polí­tica, ílvaro Colom y UNE se posicionan en el «mapa legislativo» como la tercera fuerza. Eso fue hace cuatro años. Y también se produjeron escisiones, desencantos y luego severos señalamientos, entre estos, otra nómina de protagonistas. Algunos de aquellos se apartaron del partido que les llevó al Congreso. Hoy sabemos que dentro de un mes dejarán de ser figuras polí­ticas públicas notorias, salvo que los alcance alguno que otro desliz en el que puedan incurrir y que trascienda.

En la contienda electoral de este año, Colom propuso e impuso su esquema de ofrecimientos electorales alrededor del Plan de Gobierno de la Esperanza. Ha emprendido pasos meditados y al margen del requerimiento de la divulgación completa de su futuro gabinete de gobierno, pareciera que se encamina en estas siempre movedizas arenas con la certeza de apuntar en una dirección por él previamente concebida.

Los guatemaltecos poseemos muchas actitudes que nos han marcado y nos marcan nuestro destino. Somos muy complicados para emprender acciones en equipo. Demandamos constantemente respuestas rápidas e inmediatas a problemas de larga data y no nos gusta planificar. Como en todo conjunto hay excepciones. Pero la generalidad marca un curso que tristemente nos masifica, nos envuelve y muchas veces nos confunde y nos hace «arrebatados» en algunos escenarios y sumisos ante la mayorí­a de injusticias e inequidades. «En lugar de sangre nos corre horchata por las venas», solí­a decir el ilustre fundador de éste ya casi centenario medio de comunicación social.

Un poco de historia. El Partido de Avanzada Nacional que llevó a ílvaro Arzú a la presidencia y con él a la penúltima «aplanadora» en el Congreso, esto le permitió concebir, asegurar e imponer trascendentales cambios que para bien o para mal, también les hizo proponer una casi planificación de una serie de sucesivos gobiernos de gente perteneciente a ese partido. Hoy la realidad electoral ha relegado a la legislatura que se instaurará en un mes, a un partido con una minúscula bancada parlamentaria. Es decir, hubo un evidente fracaso en la planificación propuesta.

Cuatro años más tarde, con la última «aplanadora» legislativa, el Frente Republicano Guatemalteco y con él Alfonso Portillo, se lograron posesionar con niveles de simpatí­a y respaldo muy altos. Recién unos dí­as más tarde, después del 14 de enero de 2000, el bombardeo del status quo y sus propios desaciertos los llevaron al más severo estigma recibido en el marco de la historia polí­tica reciente. La propuesta evaluada al concluir el mandato del turno correspondiente, también dejó una planificación fallida. La continuidad no se produjo y pareciera que se encaminan hacia un resultado similar a la extinta Democracia Cristiana Guatemalteca. Será cosa de a lo sumo dos eventos electorales más si no se logran reconstruir así­ mismos.

Y ahora, Colom apuesta por la propuesta de una planificación integral. Las crisis mundiales actuales (combustibles y globalización de la economí­a) son más determinantes que en el pasado reciente. La conflictividad social (nuestra) se encuentra agraviada por múltiples factores crí­ticos, destructivos y nocivos, como no se habí­an manifestado antes. Pero al igual que con Arzú y Portillo, quizás mucho más que con Berger, tiene la oportunidad de ofrecernos lo mejor de su propia capacidad y la de quienes le rodean. Si éstos últimos se comportan como un equipo coordinado, sistemáticamente coherente y brindan resultados en varios sectores de manera más o menos satisfactorios es posible que la respuesta a la interrogante de esta columna pueda ser afirmativa. No es sólo el beneficio de la duda. Es la visualización de una compleja situación que obliga a impedir la improvisación.

Las expectativas creadas en el extranjero y el escepticismo local, compiten por prevalecer una más que la otra. Pero él y de quienes le rodean está la posibilidad de hacer vivencial ese bonito nombre que eligieron para el partido que dentro de un mes será el oficial: Unidad (de la diversidad que tenemos) Nacional (de todos sin excepciones) de la Esperanza (nuevos horizontes sobre la base de planificaciones adecuadas). Ya veremos.