De ideologí­as y otros demonios


Actualmente, ha habido una inmensa conmoción entre la gente, debido al simple anuncio, hace poco más de un mes, de que Colom gobernarí­a con una ideologí­a socialdemócrata. Inmediatamente, un gran signo de interrogación sobrevoló la cabeza de muchos guatemaltecos, ya que nuestra visión bipolar únicamente nos permite ver extremos: ¿Sos de izquierda o de derecha? ¿Sos rojo o sos crema? ¿Sos hombre o mujer? ¿Sos o no sos? Y vos, ¿quién sos?

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

Es poco concebible, para nuestra visión, que alguien opte por otros medios. Así­, los semiizquierdosos o los de derecha moderada, son una especie rara, que mejor se deberí­an dedicar a la filosofí­a o a la enseñanza de la teologí­a. Aquí­ difí­cilmente se habla de ideologí­as.

Claro está, que esto es un gran logro de los poderes hegemónicos: destruir todo anhelo de pensar distinto. Y, por eso, la socialdemocracia nos suena a chino, sin que precisamente en ese paí­s asiático se practique este sistema.

Y, no se engañen, tampoco quiero defender la socialdemocracia de Colom, ya que eso se verá hasta que empiece a gobernar; hasta el momento, debo creer que ese anuncio fue hecho más bien para atraer la atención de los gobiernos europeos, especialmente el de Alemania, España y los socialdemócratas franceses.

Lo que yo quiero defender es la pluralidad de las ideologí­as. Es increí­ble ver cuán repetitivos somos en las conversaciones cotidianas, que regularmente calcamos lo que vemos en la televisión o leemos en los periódicos, sin analizar siquiera si eso es verdadero, o bien, si tiene algún sesgo o doble intención del autor.

Por una parte, que ese sistema ideológico izquierda-derecha es caduco; y no porque no exista, sino porque no creo en esos radicalismos. Ni uno ni otro han demostrado que su ¿ideologí­a? puede «salvar» al paí­s.

Para ser polí­ticamente correcto, yo sí­ creo en la socialdemocracia; creo en los cambios revolucionarios, pero no en que éstos se logren de golpe, sino a través de un proceso, especialmente de mucho aprendizaje. Si me he de identificar en alguna parte del raquí­tico espectro ideológico del paí­s, me ubicarí­a en la socialdemocracia.

Sin embargo, considero que el sistema falla fundamentalmente por dos hechos: 1) porque los grupos hegemónicos han logrado con mucha eficacia eliminar la pluralidad del pensamiento guatemalteco, al menos del ciudadano común; y 2) porque en Guatemala, los que ocupan posiciones de poder, aún están dominados por la voracidad y la ambición. Si no, recuérdese la fallida indemnización que se recetaron algunos de los diputados salientes.

Por ello, el sistema ideológico falla porque no sabemos dominar el poder; éste nos domina, como cualquier otro vicio, como el alcohol, el tabaco o las drogas.

Por eso, si considero que se puede hacer algo en este mundo, y sobre todo en este pequeño territorio centroamericano, creo que el anarquismo, especialmente el de Bakunin, nos puede ayudar.

Mucha gente desmerece el anarquismo, porque el nombre les suena a que «cada quien hace lo que le venga en gana», lo cual no es cierto. Basándonos en la teorí­a, anarquismo significa ausencia de poder; y si cada quien hace lo que quiere, eso es que cada quien quiere ocupar una posición de poder para hacer lo que quiera.

La ausencia de poder (lo cual es inmensamente difí­cil, porque nuestras relaciones personales son, básicamente, relaciones de poder) se puede lograr, según la teorí­a, descentralizando, de tal manera, que quien tenga la máxima posición de poder local, se ejerza tan localmente que se parezca a la relación de una gran familia. O, simplemente, educarnos bien para que, cuando ocupemos una posición de poder, no queramos hacer cualquier porquerí­a.

Pero, veo actualmente en Guatemala que poco sabemos aprovechar esas posiciones de poder para beneficio de los demás, que realmente considero muy difí­cil que se logre este anhelo.