Aprieta ya demasiado, camino al ahorcamiento imparable mundial. Sus alzas constantes llegaron a un punto que sobrepasa pronósticos al respecto. Actualmente la cifra se considera récord en la historia del llamado oro negro, ante una alarma de países dependientes que conduce el caos.
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Una vez más queda de manifiesto las consecuencias que eso acarrea, de orden económico rumbo a una crisis también sin precedentes, sobre la faz de la Tierra. Tampoco puede orillarse la actitud prepotente, injusta e inhumana del bloque de la OPEP, cuya política mercantil es insaciable.
Encontraron el arma potente para explotar las necesidades apremiantes de quienes no cuentan con tal riqueza, además hallaron la forma de dominio, ajeno a la guerra. Así las cosas, inclusive sirve de dedicatoria para oponerse al imperio de manera sutil, pero apabullante como reflejan las bolsas de valores y caídas del dólar.
Intentos a fin de apoderarse de regiones petroleras en bastedad vieron frustrados aquellos propósitos que sacrificaron sangre de víctimas inocentes. Ejemplos los tenemos sin duda alguna en la denominada guerra del Golfo y después la invasión a Irak, de manos de los presidentes Bush, padre e hijo.
Dichos conflictos armados exhiben una secuela de enormes proporciones en cuanto a las constantes alzas desmesuradas de los carburantes. Dicho sea de paso se disparan a menudo las gasolinas, diésel, gas propano y demás derivados hasta decir ya no. Sabidos que no hay nada ni nadie que pueda evitarlo.
En América Latina, México y Venezuela disponen de esa riqueza que puede darles hegemonía ante el resto de vecinos y claro los exonera de sentir de cerca los ramalazos de precios por las nubes. El presidente Chávez de la República Bolivariana de Venezuela hace mangas y capirotes con el petróleo.
La producción de ese producto ahora de incalculables proyecciones, tocante al giro que lleva en el mundo, existe en Guatemala, con la salvedad de no tener toda la tecnología indispensable. Es de poca monta según noticias que dan en el gobierno, y tampoco hay refinerías entre las compañías explotadoras.
Por lo tanto el panorama prosigue oscuro aquí en el país, debido a no verse en concreto las ventajas de existir petróleo en el subsuelo. La ley vigente adolece de ciertas lagunas que datan desde su emisión, años ha, cuando había determinada influencia que indujo el mecanismo imperante.
Los pliegos tarifarios acá exhiben un rostro adusto y desconsolador, con otra característica funesta, siguen una veloz carrera que nos mantienen en salmuera. Cada aumento representa una serie de ingratas consecuencias en menoscabo de la ya de suyo precaria economía ni siquiera del centavo.
Resulta peor la situación producto del permanente disparo del precio internacional del barril de petróleo en nuestro medio deficitario. Ante el enorme parque vehicular en Guatemala, es obvio que el consumo es palabra mayor. Ningún plan tendiente a economizar los carburantes tenemos ni cosa por el estilo.
De consiguiente, al paso que vamos, nada positivo, el pronóstico es de reserva, sin excusa ni pretexto. Algo más aun, cualquier alza en los ya famosos pliegos tarifarios cardíacos implica al instante mismo, también alzas generalizadas imparables. Ojalá alguna vez cambien las cosas malencaradas.