El axioma o sofisma «La voz del pueblo es la voz de Dios» es una expresión que en medio mundo se conoce y se acepta tácitamente como una verdad. La inferencia se utiliza generalmente para manipular a las masas. Si usted, lector amigo así lo desea, puede pensar que ese sofisma, como muchísimos otros sofismas que viven entre nosotros de boca en boca, podría también calificarse como una falacia ad verecundiam, es decir, una apelación a la autoridad y, en el caso que ahora nos ocupa, una apelación a la autoridad de Dios. Con toda claridad se puede inferir que lo que diga el vulgo, lo está diciendo Dios. ¡Nada más alejado de la verdad!
Con aceptar lo anterior como una verdad estaríamos aceptando que lo que diga o pida en manifestaciones públicas un pueblo comunista o anticomunista es lo que dice o pide la voz de Dios y, quizás hilando un poco más fino, podríamos atribuirle también la voluntad de Dios, no sólo su voz, ya que Dios hablaría únicamente para expresar su voluntad. De hecho, eso es lo que nos dice en su palabra.
Este sofisma deriva de otro de la Edad Media, la época aquella en que dominaba totalmente la teocracia, cuando se decía que «El poder del rey procede de Dios».
«Lo que el pueblo pide, lo pide Dios. El pueblo pide a gritos seguridad, justicia, salud y educación. Digámosles que eso les daremos a manos llenas. «Dijeron chita callando los candidatos y candidata a la presidencia de la República en un reciente «debate» por medio de un tendencioso canal de televisión por cable.
Como dice Jorge Majfud de la Universidad de Georgia: Si en los países «no libres» la Prensa está controlada por el Estado, ¿Quién controla los medios y los fines en el mundo libre? ¿El pueblo?
Pero volviendo a los candidatos, el tal «debate» resultó ser una vulgar comedia en la que seis presidenciables simplemente expusieron sus discursos populistas, sus buenas intenciones oníricas o, más aún, sus intrépidos onirismos, sus buenos deseos y sus fantasías, como las de «la isla» o como las de Play Boy Magazine.
En justicia, quizás dos de los candidatos estuvieron más con los pies sobre la tierra, demostraron ideas amplias y con sólida estructura formativa… universitaria. Los demás llegaron a seducir, más que a debatir.
La seducción a un pueblo es terrible, porque la seducción generalmente va acompañada de mentira. La seducción presenta un panorama halagador, empalagoso, zalamero, oficioso y populachero, pero todo es irreal y detrás, también generalmente, existe una parte muy oscura que no se ve en el momento: «Y la serpiente dijo a la mujer: Ciertamente no moriréis. Pues Dios sabe que el día que de él comáis, serán abiertos vuestros ojos y seréis como Dios, conociendo el bien y el mal.» (Génesis 2: 4, 5)
El guatemalteco ya no debería dejarse seducir y manipular como rebaño. El guatemalteco debe alzar su voz como propia y reclamar al futuro presidente la elaboración de estructuras reales que beneficien a su comunidad y a su Nación y trabajar por ellas.
La voz del pueblo, entonces, no es la voz de Dios, pero la voz de la ciudadanía tiene validez y fuerza cuando sus demandas son verdaderamente justas y solidarias.