Me hubiera gustado escribir un sesudo análisis acerca de los candidatos presidenciales y todo lo inherente a las campañas políticas, pero como sospecho que mis contados lectores ya están hasta la coronilla de estar escuchando y viendo propaganda electoral, tomé la decisión de hacerle un poco agradable su tarde de este sábado.
Q- Mi amigo Rogelio Castillo, experimentado odontólogo, me hizo la campaña de enviarme reflexiones acerca de la edad adulta y la vejez, entre las cuales he escogido las que siguen, aunque no me adjuntó el nombre de los autores de tales frases más o menos célebres:
Envejecer es el único medio de vivir mucho tiempo. La edad madura es aquella en la cual se es todavía joven, pero con mucho esfuerzo. De mis disparates de juventud, lo que más me da pena, no es haberlos cometido, sino el no poder volver a cometerlos. Envejecer es pasar de la pasión a la comprensión.
Muchas personas no cumplen los 80 años de edad porque intentan, durante demasiado tiempo, quedarse en los 40. A los 20 años reina la voluntad; a los 30, el espíritu, y a los 40 el juicio. El que no es bello a los 20 años, ni fuerte a los 30, ni rico a los 40, como tampoco sabio a los 50, nunca será bello, fuerte, rico ni sabio.
Los jóvenes piensan que los viejos son tontos; y los viejos saben que los jóvenes lo son. Nada va más de prisa que los años. En los ojos del joven arde la llama; en los ojos del viejo, la luz. La iniciativa de la juventud vale tanto como la experiencia de los viejos. Siempre hay un niño en todos los hombres.
Feliz el que fue joven en su juventud, y feliz el que fue sabio en su vejez. Todos deseamos llegar a viejos, y todos negamos que hemos llegado a viejos. Los jóvenes van en grupos, los adultos en parejas, los viejos van solos.
Q- Después de una larga enfermedad la mujer muere y llega a las puertas del cielo, me cuenta mi veterano camarada Alfredo Saavedra, poeta guatemalteco que reside en Canadá. Mientras espera por San Pedro, ve a través de las rejas a sus padres, amigos y a todos los que habían partido antes, sentados alrededor de una mesa, disfrutando de un suculento almuerzo.
Cuando San Pedro llega, la mujer le comenta: -¡Que lugar tan bello! ¿Qué debo hacer para entrar? El veterano apóstol responde: -Yo voy a decir una palabra. Si la deletreas correctamente la primera vez, entras; si te equivocas, vas directo al infierno. -Correcto- replicó la mujer. ¿Cuál es la palabra? -Amor, repuso San Pedro. Ella deletreó correctamente la palabra y entró al cielo.
Un año después San Pedro le pidió que se encargara un rato de la puerta. Para su asombro, en ese momento apareció el que fuera su agresivo, inculto, tacaño e infiel marido. -Hola, qué sorpresa ?dijo la mujer- ¿cómo estás?
El hombre respondió: -Me la he pasado muy bien desde que moriste. Me casé con la bella enfermera que te cuidó en el hospital. Me saqué la lotería y me hice millonario. Vendí la casa donde vivíamos en la colonia Guajitos, y compré aquella mansión que tanto te gustaba en La Cañada. Viajé con mi esposa por todo el mundo y al llegar a Europa fuimos a esquiar a los Alpes; pero me caí y mi cabeza fue a dar a una piedra?y aquí estoy. Decime, ¿cómo hago para entrar aquí, cariño?
La ex esposa le explicó: Voy a decirte una palabra. Si la deletreás correctamente la primera vez, podés entrar; si no, vas directo al infierno. ?De acuerdo, repuso el hombre. ¿Cuál es la palabra? La mujer abrió la boca y dijo: SCHWARZENEGGER.
La vieja historia termina en el infierno.
Q- Otro amigo cuyo nombre no se me viene a la memoria en este momento, me contó esta polvorienta anécdota.
Era un norteamericano muy rico y retirado de los negocios, pero siempre estaba acompañado de su insoportable esposa, que hablaba hasta por los codos. Viajó a Israel, junto a su inconforme mujer, of course.
Mientras disfrutaban del paseo, la esposa tuvo la ocurrencia de fallecer súbitamente por un infarto al miocardio. Después de la autopsia el millonario se entrevista con el encargado de una funeraria, quien le aconseja que la entierre en Israel por el costo de 150 dólares.
El recién enviudado rechaza la oferta e indica que embarcará el cadáver de su mujer a Estados Unidos. ?Pero le saldrá muy caro, algo así como 1,500 dólares-, le advierte el encargado de la funeraria, -y aquí es Tierra Santa ?enfatiza.
Con una mano sosteniéndose la barbilla, el norteamericano le dice al encargado de la funeraria: -Hace alrededor de unos 2000 años, un hombre muy bueno murió aquí en una forma atroz. Fue sepultado aquí mismo y tres días más tarde resucitó entre los muertos. Y yo, simplemente no quiero arriesgarme?