Visitante reincidente


Más que el mostrador perfecto para ofrecer Marcos, Ramonas, Estheres, Omares, Moiseses y cualquier artí­culo que evoque la lucha zapatista, San Cristóbal de las Casas en Chiapas, México, es un espacio latente, con vida propia, que nada tiene que ver con la guerra y sus derivados, calles adoquinadas sobre una geografí­a que me recuerda Xela, vestida de construcciones que evocan la Antigua, con efectos sonoros de marimbas al ocaso en el parque, «orales, ahí­ te ves compadre, pinches y llévate una amiguita»?

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es

Sus calles saturadas de seres humanos, se complementan en cada esquina con ventas de esquites y elotes locos, sus cafeterí­as, fondas y restaurantes, bastante económicos por cierto, tienen sabor a picante, y ofrecen a quien caiga en la tentación una probadita de esa inmensurable y exquisita gastronomí­a mexicana.

Sus bares, que son parte importante de un complejo turí­stico fascinante, como el Bar Revolución, embriagan con música en vivo y tequila, y por supuesto una gran variedad de cervezas y tragos combinados con mezcal y el semen del agave que provoca locura, de la buena, de la no tan buena y de la necesaria.

Sus coloridas iglesias a ras del suelo y encumbradas, sus mercados y plazas llenos de ámbar, plata, tecomates pintados y muñecos de trapo se prestan para el regateo, el cual disfrutamos más por supuesto, los vecinos del sur, duchos en esta tarea, tradición y requerimiento de la sobrevivencia.

Sus paredes, vivas, parlantes, alucinantes, grafiteadas, selladas, marcadas con protestas, con rebeldes emociones, con sentimientos, con arte, con recuerdos, son lo que para mí­ resulta más impresionante.

Su gente, amable, sencilla, luchona y de pronto transera, por qué no, es su mayor riqueza, no necesitan mercadearse, ni ser iconos revolucionarios, aunque bien que viven cada dí­a una revuelta, por vivir, por comer, por ser y estar.

San Cristóbal de las Casas es eso, es un recuerdo en mi infancia y otros tantos recientes, es un lugar que abraza, que seduce, que me encanta, al que ya quiero volver otra vez.