Las elites económicas en el país, sus analistas y ejecutivos, no parecen darle ningún crédito o no están enterados de la información y estudios recientes que se vienen publicando acerca del estado real de la globalización y la evidente decadencia del imperio estadounidense.
La mayoría de medios de comunicación, por su parte, no le dan cabida a esa información y estudios, y -si lo hacen- es en forma sesgada y a su conveniencia. Por lo visto, sus propietarios y redactores no parecen darle crédito o silencian lo que han venido publicando The Financial Times y The Daily Telegraph, a sabiendas de que en nada o es muy poco lo que los diferencia de las posiciones y orientación de ambos rotativos.
De las elites electoreras locales de corte conservador -sean de derecha o de centro-, no sorprende que procedan de la misma manera en tanto que siguen haciendo girar sus propuestas económicas atadas a la dominación imperialista estadounidense, sus prioritarias relaciones con la Unión Europea, y sus miopes y utilitaristas preferencias hacia Taiwán, ignorando lo situación real del llamado orden económico y financiero internacional.
El prestigioso analista Alfredo Jalife-Rahme, en la columna Bajo la lupa que publica en el matutino mexicano LaJornada, caracteriza a The Financial Times como «el portavoz del neoliberalismo global» y a The Daily Telegrapf, «del unilateralismo neoconservador» así como «del partido fundamentalista israelí Likud».
En dos de sus más recientes columnas se refiere, primero, a la impopularidad de la globalización que, según The Financial Times, muestra la mayoría de la población en Estados Unidos y Europa; y, en la segunda, abunda en datos y opinión acerca de la decadencia anglosajona y que -aunque pareciera inimaginable e impensable-, The Daily Telegrapf admita el surgimiento de un «nuevo orden económico mundial».
En la del pasado miércoles 25 de julio, Jalife-Rahme traduce y resume la «profunda preocupación» del referido rotativo «tras los hallazgos del Instituto Louis Harris» acerca del «repudio generalizado» que la población de Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania, Francia, Italia y España, expresó acerca de la globalización y que consta en la encuesta patrocinada por el mismo The Financial Times.
Por su parte, De Defensa -el «centro de pensamiento militar-estratégico europeo con sede en Bruselas»-, es de la opinión que «los pueblos del mundo desarrollado, matriz de la globalización, la repudian en su mayoría». En el mismo sentido se expresa Chris Giles para quien «la globalización es vista como una apabullante fuerza negativa por los ciudadanos de los países que desean que sus gobiernos amortigí¼en los golpes que, según perciben, han provenido de la liberalización de sus economías al comercio con los países emergentes».
El rotativo que encargó la encuesta, a su vez, «constata» que los «ciudadanos de los países ricos se sienten inseguros. Ven la globalización como dañina a sus intereses, y se preocupan por las crecientes desigualdades; se muestran nada impresionados por quienes dirigen las grandes compañías, y desean que los políticos hagan el mundo más igualitario».
La tesis de la desglobalización que sustenta Jalife-Rahme, se ve consolidada con las «tres sorpresas» -que no son tales sino constatación de una realidad, en mi opinión, a todas luces evidente-, y que en forma sarcástica las plantea De Defensa cuando se refiere a los resultados de la referida encuesta multinacional.
La primera «sorpresa», según De Defensa, consiste en si el propio The Financial Times se «imaginó» -alguna vez- que la globalización fuera popular entre «los ciudadanos civilizados». La segunda es algo así como una «identificación del inconsciente de los pueblos contra los embates destructurantes a su identidad», teniendo en cuenta que «uno de los siete pecados capitales de la globalización se fincó en `la negación de las identidades nacionales». La tercera «sorpresa» -y que tampoco es tal- «radica en que los pueblos anglosajones no son los últimos en oponerse a la globalización. Sucede que -a juicio de De Defensa- los pueblos de fuerte identidad tampoco se identifican con las orientaciones tomadas por sus dirigentes».
Tal es la percepción que se tiene de la globalización en Estados Unidos y cinco países de Europa. Fácil es presupuestar, en consecuencia, los estragos que ha ocasionado en los países del sur y, en particular, en el nuestro.
Es en ese escenario global que tendrán lugar en Guatemala las votaciones del próximo 9 de septiembre y todo apunta a que -quede quien quede-, en lo económico, financiero y comercial, el país seguirá atado y dependiendo de los intereses de las elites en el poder en las metrópolis de los países desarrollados, en el marco del decadente imperio estadounidense, y la emergencia de otro orden económico mundial, probablemente diferente al actual.
A ello, me referiré en la columna siguiente.