Al infinito y más allá


Desde hace mucho tiempo me he dado cuenta de lo mal que ha sido comprendido el escritor argentino Jorge Luis Borges. Por ejemplo, que es reaccionario, que fue de derecha, que fue esto o lo otro, todo ello ajeno a su literatura.

Mario Cordero
mcordero@lahora.com.gt

También, he escuchado a catedráticos de literatura decir que han leí­do a Borges, pero que no les ha causado ninguna emoción. «Es natural ?dicen con toda erudición?, ¿quién se puede emocionar con alguien que sólo habla de metafí­sica y del infinito?», escuché comentar a un profesor de poesí­a.

Pese a todo lo abstracto que pueda parecer Borges; pese a que muchos de sus ensayos se puedan resumir torpemente a que le rinde culto al infinito; pese a todo ello, este escritor argentino me parece que es uno de los intelectuales más humanos de la historia de la literatura.

Normalmente, sus cuentos refieren personajes que viven una gran cantidad de tiempo, como en El inmortal, que es una persona que bebe las aguas del rí­o de la inmortalidad, y luego trata de morir a toda costa. Pensando un poco en ese cuento, se puede establecer que el inmortal es la humanidad, eterna pero que constantemente está muriendo (cada uno de nosotros).

La idea de Borges es que todo lo que podamos hacer (o no hacer) influye en ese enorme cuerpo que se llama humanidad, y que todos los errores se compensan con las grandes glorias. Por ejemplo, recuerdo que en ese cuento, el narrador dice algo así­ como que la parquedad del Mí­o Cid se compensa con un sólo verso de Garcilazo de la Vega.

En otro cuento, El jardí­n de los senderos que se bifurcan, un hombre desconocido habí­a escrito una historia que tomaba en cuenta todas las posibilidades. Todo podí­a ser posible. Era un libro infinito, así­ como la humanidad. En un capí­tulo de ese libro, referí­a que unos habí­an sido vencidos, mientras que en el siguiente capí­tulo aparecí­an como los vencedores.

Pese a lo abstracto que pueda parecer esa posibilidad, o a lo infinito que pudiera tender ese enorme libro, piense usted si la historia de la humanidad no es así­. Antes, la «historia oficial» nos contaba que el gobierno de Arbenz habí­a sido de comunistas, que habí­a sido derrocado por la «gloriosa intervención de los héroes de la Liberación», etcétera.

Hoy, los que parecí­an vencidos, parecen vencedores. Se sabe muy bien que Arbenz no fue derrocado, sino que él renunció para evitar un derramamiento inútil de sangre; ayer, precisamente, celebramos el Dí­a de la Dignidad, cuando los jóvenes cadetes de la Escuela Politécnica le hicieron frente al gobierno de mercenarios de la Liberación. Esa vuelta de la historia, ¿no es precisamente lo que planteaba Borges?

Pero la idea general de Borges que me parece más humana es la del infinito. Habitualmente, nos han inculcado a través de la educación que el infinito es abstracto, que es imposible pensarlo, que es inhumano y metafí­sico. Pero, como indiqué, me parece la temática más humana de Borges.

Piense, ¿quién es usted en el infinito? ¿Qué somos, cada uno de nosotros, si tomamos en cuenta los millardos de personas que han pisado el mundo? ¿Qué es uno de nuestros errores, comparados con las grandes glorias de la humanidad? ¿Qué es la música estridente de ahora, comparada con la Novena Sinfoní­a de Beethoven?

Pero esto no lo digo para que usted o yo nos pongamos tristes por nuestra pequeñez. Piense, en vez de ello, ¿quién es Pinochet ahora que es polvo?; ¿quiénes son los que rechazaban la CICIG, comparados con Gandhi, Luther King, etc.?; ¿quién es Rí­os Montt?, ¿quién es? Pensar en el infinito, es la idea más humana y más saludable que podrí­amos tener. ¡Gracias, Borges! (http://diarioparanoico.blogspot.com/)