La presión internacional para que en Guatemala se aprobara la CICIG, entidad que viene a abrir brecha en el contexto mundial porque nunca la ONU se ha comprometido de esa manera en la edificación real del Estado de derecho en alguno de sus países miembros con la lucha contra la impunidad, fue determinante para que se lograra el objetivo. Ahora, como paradoja, hay que pasarle la pelota a esos países amigos tan comprometidos con el esfuerzo, para que al contribuir con nosotros lo hagan enviando elementos no sólo con experiencia y capacidad en la investigación, sino comprometidos con el propósito de la Comisión para que la misma pueda rendir frutos.
ocmarroq@lahora.com.gt
El antecedente de Minugua es algo que ha pesado mucho en el ánimo de la población cuando se habla del tema de la CICIG, porque entre verdades y medias verdades, la percepción es que muchos de los que vinieron en ese tiempo lo hicieron casi en calidad de turistas con gastos pagados y eso que el esfuerzo era tan importante como el que ahora se plantea. De hecho, el combate a la impunidad era tarea que tenía que iniciarse inmediatamente tras la firma de la paz en el marco del acuerdo sobre los derechos humanos, pero no se hizo nada ni nadie puso el dedo en la llaga y si bien no podemos decir que ello sea responsabilidad de la Misión de Naciones Unidas, porque al fin y al cabo el problema es muy nuestro, sí que fue uno de los temas que subsistieron como agenda pendiente.
Creo yo que hay países que tienen experiencias muy valiosas en investigación y combate al crimen organizado que pueden trasladarnos esa capacidad mediante el envío de quienes fueron en su momento actores principales del esfuerzo. Y hay que decir que la CICIG tendrá que venir con verdaderos bríos, para hacer que la falta de voluntad política de nuestro país y el enorme e indiscutible peso del crimen organizado en las estructuras del Estado no la hagan fracasar. Para ello hacen falta dos elementos cruciales, que son la capacidad técnica y el compromiso de quienes conformen la Comisión.
Falta, desde luego, superar algunos valladares que todavía han de surgir en el plano interno. A estas alturas ya se estarán preparando los primeros recursos que al final de cuentas deberán ser conocidos por la Corte de Constitucionalidad y eso significa demoras. Pero pienso que la CC, que ya emitió opinión favorable, al final ratificará su postura aunque no podrá hacerlo de inmediato porque se deberán agotar los plazos. En ese sentido a lo mejor resulta demasiado optimista la idea expresada ayer por el gobierno de que antes del fin del período quede instalada la Comisión, pero ojalá que así como ayer nos equivocamos todos al suponer que no habría mayoría calificada, también nos equivoquemos en cuanto al ritmo que le den los tribunales a las impugnaciones que han de venir.
Y desde ya hay que pedir a los países amigos que, tratándose de una comisión absolutamente novedosa en el marco de la cooperación multilateral, hagan su mejor esfuerzo por escoger con lupa y cuidado a los profesionales que vendrán a darnos esa ayuda. Porque es cierto que CICIG no resolverá el problema de la impunidad por sí sola ni se espera eso de ella, pero de la calidad de sus primeros esfuerzos y de la contundencia de su trabajo va a depender mucho de nuestro futuro.