Caso del barrio San Antonio


Mi mente, a semejanza de un trompo da vueltas y vueltas, en la búsqueda de la razón sin razón de tanta demora para encontrarle salida viable y efectiva al enorme agujero en el antiguo barrio San Antonio, zona 6. El lamentable suceso data desde febrero y las cosas siguen sin el trato debido.

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

Esto pone de manifiesto cómo en nuestro medio los enormes problemas que resultan intempestivamente, nos encuentran a los habitantes y sobre todo a las autoridades carentes de previsión. Tampoco poseedores de dispositivos que puedan responder de inmediato ante cualquier emergencia al instante.

De esa suerte los comportamientos conductuales se alinean en el marco lamentable de hacerse de la vista gorda en primera instancia, con una desfachatez considerable. Además, de suyo las instituciones encargadas se dan a la ingrata tarea de tirarse la pelota, inclusive optan por zafar bulto.

En medio del largo perí­odo transcurrido solo hemos visto estudios diversos, análisis de dizque entendidos en la materia, que visitas a diestra y siniestra que van desde el presidente Berger, alcalde Arzú y una pacotilla de personajes. En resumen, nada en dos platos y el caso siempre igual.

No han pasado cuando mucho de recomendar serenidad y paciencia a los damnificados y vecinos alarmados con justicia y razón; de cubrir el enorme agujero con plástico. Entró la época lluviosa y el caso se agudizó, sin embargo Empagua, Conred, gobierno central y municipal ¿cuándo tomarán cartas en el asunto? Que lo averigí¼e Vargas.

Con un sentido auténtico de conciencia social quienes tienen vela en el entierro ya deberí­an medir las consecuencias e implicaciones que viven los afectados. La paciencia ya no les asiste a estos guatemaltecos, por lo tanto amerita considerar que se convirtieron en ví­ctimas y héroes anónimos.

Hasta la gente de ropaje polí­tico llegan al sitio en mención a sostener foros y restantes prácticas demagógicas, quienes aspiran a la vara edilicia, en primer plano. De allí­ no pasan, únicamente les ha servido de motivo propicio para la procura de elevar sus bonos en favor personal.

Los habitantes del barrio San Antonio dejaron atrás su vida normal, pese a dificultares de rutina en su cotidianidad; hoy en dí­a todo se les complicó. El apego a la tierra que hablan los sociólogos; la defensa de su patrimonio hasta con las uñas, queda en la historia. Alguna vez se recordarán las autoridades que la vida vale mucho.