Casi todos los que manejan ordenadores y cuentan con servicio de correo electrónico han recibido en más de una oportunidad, mensajes de origen desconocido y con contenidos ofensivos, difamatorios y vulgares, acompañados de imágenes grotescas.
Generalmente esta clase de correos electrónicos persiguen menoscabar la dignidad de candidatos presidenciales, dirigentes políticos y hasta familiares suyos, sin que se pueda identificar a los «creadores» de mensajes tan viles, que forman parte de las llamadas campañas negras, las que cobraron auge durante los últimos años en Latinoamérica.
Emilio Godoy es el nombre de un analista político cuyos artículos los distribuye por el espacio cibernético IPS Noticias, y quien en un reciente despacho de prensa señala que teniendo a la mano un mercado político tan disputado y financieramente suculento, las empresas de consejería exportan desde México y Estado Unidos sus estrategias para obtener resultados, con frutos tan apetecidos como la presidencia de cualquier país de la región.
Esos estrategas políticos son simples mercenarios de la publicidad o propaganda que no tienen nada que perder, puesto que son como emisarios que llegan a un país y luego a otro, con la ventaja de que tienen una visión externa que resulta muy fresca para un candidato, porque un consultor es contratado por corto tiempo, de suerte que no va en búsqueda de empleo permanente o una posición política en una nación que no es la suya, y lo mismo le da que su patrocinador gane o pierda las elecciones, aunque es ventajoso para su currículo si su candidato triunfa en las elecciones.
Durante las recientes elecciones generales realizadas en México, el español Antonio Solá y el norteamericano Dick Morris (Dick, el Sucio) trabajaron para el actual mandatario Felipe Calderón, cuya estrategia se fundamenta en la emisión de mensajes claramente negativos sobre los contrincantes, y de esa forma fue como lanzaron la consigna «López Obrador (Andrés Manuel) es un peligro para México», una frase que se convirtió en síntesis de los dardos dirigidos al candidato del izquierdista Partido de la Revolución Democrática.
El analista Godoy menciona a otro estadounidense, quien recientemente ocupó las páginas de los diarios guatemaltecos, al haber sido señalado como cercano colaborador del candidato presidencial Otto Pérez Molina, del Partido Patriota, cuya campaña se asemeja a la del hondureño Porfirio Lobo, abanderada tras el lema de la «mano dura», un plan represivo para disminuir la violencia.
Su nombre es Mark Klugmann, quien fue acusado en su oportunidad de aconsejar al ex candidato presidencial derechista Lobo, de asesinar a pilotos del transporte urbano, para crear un ambiente de zozobra entre los hondureños, a fin de impulsarlos a votar por el proyecto político que lo contrató.
El mismo análisis indica que en Guatemala, el asesor estadounidense de origen cubano Mario Elgarresta, quien trabajó para el presidente nicaragí¼ense Enrique Bolaños, asesora con perfil bajo al candidato ílvaro Colom, de la Unidad Nacional de la Esperanza; mientras que la presidenciable Rigoberta Menchú, de Encuentro por Guatemala, celebró reuniones en México con José Adolfo Ibinarriaga y Roberto Trad, socios fundadores de la firma Cuarto de Guerra, para que la asesorara en su campaña de proselitismo electoral.
La señora Menchú visitó México en marzo pasado para entrevistarse con estos dos estrategas, quienes le devolvieron la visita, para explorar el terreno; pero no llegaron a un acuerdo porque la Premio Nobel de la Paz no le llegó a los 200 mil dólares que los asesores pretendían por su trabajo.
Los citados Trad e Ibinarriaga se definen como «mercadólogos sin ideología», al explicar que no toman en consideración la doctrina de los candidatos, puesto que su actividad consiste en realizar comunicación política. Y probablemente al margen de consideraciones éticas y morales.
Los expertos en mercadotecnia política siempre manejan la misma estrategia, pero modificada según el país adonde vayan, porque tienen muy clara cuál es la cultura de cada sociedad y sus puntos vulnerables.
Deben estar muy enterados de que a los guatemaltecos nos encanta el chisme, y de ahí su predilección por los cobardes mensajes anónimos enviados por correos electrónicos.
(A un lujoso restaurante de México entra un candidato presidencial guatemalteco, acompañado de una guapa rubia. El mesero Romualdo Fox pregunta: ?¿Qué le sirvo, señor? El político responde: ?Una langosta Thermidor y un champagne Juve