El compromiso de los polí­ticos


En medio de la actual campaña electoral, los afanes proselitistas y las acciones persuasivas para alcanzar el favor de la ciudadaní­a, desde este miércoles 18 en la «Ciudad de las perpetuas rosas», Antigua Guatemala, en Sacatepéquez, se viene desenvolviendo el IV Encuentro Regional entre diputados, de todas las corrientes ideológicas y de las Asociaciones de Municipios y Municipalidades de Centroamérica y República Dominicana.

Walter del Cid

El evento, en esta ocasión, está auspiciado por el Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación de España a través de la Agencia Española de Cooperación Internacional, AECI, y coordinado por la Fundación para el Desarrollo Local y el Fortalecimiento Municipal e Institucional de Centroamérica y El Caribe.

Aunque el eje temático de las deliberaciones entre polí­ticos y municipalistas (polí­ticos también sólo que a otro nivel), ha sido alrededor del fortalecimiento municipal y la consolidación del proceso de descentralización que con sus altibajos se viene desenvolviendo en los paí­ses de la región, también se comentó respecto del compromiso ético de los polí­ticos frente a los habitantes de sus respectivas jurisdicciones nacionales.

Y es que en efecto, ésta como las otras actividades humanas, se desenvuelve entre los parámetros del deber ser y lo que en realidad se es. Las diferencias entre lo que debe ser y lo que se es, respecto de lo polí­tico, es que cuando ésta se hace más grande, es decir, la distancia se hace más pronunciada entre una y otra, afecta en deterioro de mucha gente. El impacto de ello es en consecuencia negativo para la población. De tal suerte que afirmar el compromiso de los polí­ticos sobre bases éticas es un imperativo que por ahora se está discutiendo entre los ámbitos partidarios, legislativos y locales, en el evento antes mencionado.

La proximidad de los gobiernos locales hacia los habitantes de sus jurisdicciones municipales es uno de los elementos que obliga a que el desenvolvimiento polí­tico en estos espacios, sea con más respeto de los gobernantes respecto de los gobernados. Este, a mi juicio, debiera ser el punto de partida para desarrollar un conjunto de acciones que tiendan a reafirmar el compromiso y la responsabilidad polí­tica sobre bases éticas. La deontologí­a polí­tica en el ámbito local es de carácter vivencial y por ello, en este espacio la actividad polí­tica podrá llegar a ser menos lí­rica o, inclusive, a desaparecer la demagogia reinante en el ámbito nacional. Pero dependerá de la ciudadaní­a.

No se trata únicamente de establecer acuerdos que con pompa se suscriben pero que en la práctica se incumplen. Se debe sí­, promover y consolidar instancias de diálogo en el que se le den seguimiento a los puntos de acuerdo. Se debe fomentar la práctica de la búsqueda del consenso. Nuestro paí­s no puede continuar en el desarrollo de la generación de abismos que nos distancian cada vez más.

El desenvolvimiento de la actividad polí­tica nos afecta a todos. Nos guste o no, la polí­tica nos rodea y es determinante frente a las oportunidades que se producen o que se bloquean y que nos permiten alcanzar o no diversos objetivos personales, profesionales o familiares. Por eso y más, es importante que aquellas personas que se involucran en la actividad polí­tica, no sean solo hábiles vendedores de promesas sin fundamento. De ello y más ya tenemos suficiente.

Quienes nos desenvolvemos entre la investigación académica, el contacto directo y la toma de decisiones en el ámbito local y el fortalecimiento municipal no podemos estar menos que entusiasmados por las expectativas que podrán concretarse a partir de una incidencia regional sobre el devenir de la práctica polí­tica nacional y su incidencia en lo local. Quizás es un sueño, quizás es una utopí­a personal más. ¿Pero qué es el ser humano si no tiene sueños grandes?