Los tiempos modernos están marcados por grandes retos, entre ellos la preocupación a favor de la vigencia de los derechos humanos. Aún cuando estos derechos son tan antiguos como los seres humanos, no es sino hasta en las últimas décadas que la prédica en pro de su protección se inicia sistemáticamente en países como Guatemala con una larga tradición de violencia y de actos de irrespeto a la vida.
Precisamente hoy se conmemora el 25 aniversario de uno de los actos más vergonzosos y de menosprecio a los derechos humanos como fue la masacre que elementos del Ejército y sus colaboradores civiles llevaron a cabo en la aldea Plan de Sánchez, municipio de Rabinal, departamento de Baja Verapaz, con el saldo trágico de la muerte de 268 personas, en su mayoría miembros de la comunidad indígena maya Achí.
La conmemoración adquiere mayor trascendencia al comprobar que esta masacre y las demás atrocidades cometidas por los militares contra indefensos pobladores no son tema de la campaña de los actuales candidatos presidenciales. Ninguno de ellos ha asumido el compromiso de promover las acciones legales para poner a disposición de los tribunales de justicia a los autores materiales e intelectuales de tanta barbarie y tanta infamia.
Sobre este caso, hace tres años, la Corte Interamericana de Derechos Humanos dictó la respectiva sentencia condenando al Estado de Guatemala por haber violado los derechos consagrados en la Convención Americana Sobre Derechos Humanos.
Los relatos de algunos de los sobrevivientes ante ese alto tribunal internacional son elocuentes sobre la magnitud de los atropellos cometidos en contra hombres, mujeres, ancianos y niños. Aproximadamente a las dos de la tarde del 18 de julio de 1982, (gobierno de Ríos Montt), llegaron a la aldea Plan de Sánchez soldados del Ejército Nacional. Luego se dirigieron a la casa de una de las vecinas en donde reunieron a toda la gente y a otras personas capturadas en el camino. A continuación separaron a los niños y las niñas, así como a las jovencitas de 15 a 20 años. Entonces iniciaron la masacre.
Primero torturaron a las personas mayores porque decían que eran guerrilleros, después lanzaron dos granadas y dispararon con armas de fuego. Finalmente rociaron con gasolina e incendiaron la casa. Las muchachas que habían sido separadas fueron torturadas y violadas. Después de ejecutar a las mujeres, hombres y ancianos, tomaron a los niños y niñas, uno por uno, los golpearon contra el piso y los tiraron a las llamas. Nadie pudo huir porque el Ejército había rodeado la entrada y salida de Plan de Sánchez y los caminos aledaños. Los sobrevivientes exigen el castigo a los responsables.