Son el motor de nuestra economía, motor bastante dinámico y dependiente que continuará funcionando de esa misma manera, sin costos para ninguna empresa, pero sí precios altos de hasta vidas humanas para las familias.
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Guatemala, país exportador de materias primas, entre los que figuran: café, azúcar, cardamomo, banano y por supuesto la mano de obra barata.
Poco más del millón de guatemaltecos radica en la principal potencia mundial, desde dónde envían a su familia gran parte de los recursos obtenidos por su esfuerzo, destinados por éstas para la satisfacción de necesidades básicas y algunas otras para vivir de manera ciertamente cómoda.
Las remesas familiares ocupan el segundo rubro por ingreso de divisas al país, corriendo el riesgo de poder ocupar el primero.
Esto le da a nuestra economía una dinámica dependiente extremadamente grave, por motivo de que las familias ocupan estos recursos en gastos de funcionamiento y no en inversión productiva, entre otros.
Compra de un vehículo, «buena ropa», el último celular que ha salido al mercado, adquisiciones en los comerciales de mayor prestigio.
A esto se reduce lo que algunos se ganan de manera sacrificada, realizando los trabajos «que ningún estadounidense quiera hacer» diría el presidente Bush.
El país de la libertad, le llaman algunos, porque se puede comprar cuanto se quiere.
Casi 50 mil compatriotas han sido devueltos al país en lo que va del año, entre expulsados de Estados Unidos y detenidos en el camino. Se espera el doble según Mauro Verzeletti de la Pastoral de Movilidad Humana, de la Conferencia Episcopal.
En 8% han superado las remesas del mes de mayo pasado a las del mismo mes el año anterior y nunca ha disminuido la cantidad total, simplemente varía en números positivos.
Sin derechos laborales, corriendo altos riesgos en la jornada, lejos de los seres importantes para su vida, con la alegría de la realización por luchar por su familia, con la nostalgia y deseo por estar de vuelta en su país y con su gente, así corre cada día para la mayoría guatemaltecos y guatemaltecas que se han visto en la necesidad de emigrar.
Son el motor de nuestra economía, motor bastante dinámico y dependiente que continuará funcionando de esa misma manera, sin costos para ninguna empresa, pero sí precios altos de hasta vidas humanas para las familias. A menos que, en nuestro país se inicie con políticas en favor real de la población, para que ese 10% aproximado de guatemaltecos que residen fuera del país, movidos por los deteriorados salarios nacionales, puedan regresar a su patria y poder tener una vida digna. Y que las más de 3.4 millones de personas beneficiadas por las remesas puedan acceder a un empleo con garantías sociales y económicas duraderas que, también se realicen para el resto de la población.