Casualmente ayer, cuando el tema del ecumenismo estaba caliente por la nueva postura del Vaticano al respecto, recibí una grata visita del Reverendo doctor Vitalino Similox Salazar, Secretario General del Foro Ecuménico por la Paz y la Reconciliación integrado por la Iglesia Católica, la Iglesia Episcopal, la Iglesia Luterana, la Iglesia Evangélica Nacional Presbiteriana, la Iglesia Evangélica San Juan Apóstol y la Conferencia de Iglesias Evangélicas de Guatemala. El tema a tratar no era el del día, sino una explicación del «Programa de Valores» del Foro que apunta al rescate y la dignificación de la sociedad guatemalteca y su visión del tema de la violencia e inseguridad.
ocmarroq@lahora.com.gt
Según el Foro Ecuménico, es cierto que en la violencia y criminalidad que sufrimos inciden factores políticos, económicos y sociales, pero según investigaciones realizadas por las Iglesias, concluyen que un factor esencial es la pérdida de valores fundamentales en el campo ético y moral, por lo que creen que es fundamental ver el problema desde esa perspectiva. Le decía yo al reverendo Similox que, efectivamente, cuando nos involucramos en el análisis de la inseguridad y tratamos de plantear soluciones siempre están a la mano las respuestas de carácter represivo o las que centran la atención en toda la complejidad social que sin duda alguna tiene incidencia en el comportamiento de las personas y especialmente de los jóvenes que, carentes de oportunidades, encuentran en el crimen un espacio para lograr una peculiar forma de realizarse.
Sin embargo, pocas veces repara uno en que esa situación de violencia tiene una dimensión marcada terriblemente por la ausencia de los principales valores éticos y morales. Hemos perdido, para empezar, el sentido de la vida misma y nos adaptamos a la cultura de la muerte que apunta a la más drástica medida como «solución» de los problemas de cualquier naturaleza. Ello tiene que ver mucho con nuestro relativo concepto de la dignidad del ser humano, matizado cada vez más ya no por la intrínseca naturaleza de hijos de Dios, sino por el materialismo que tasa a la persona por lo que tiene y no por lo que es.
Perdimos la noción del bien común porque vivimos en medio de prédicas que ensalzan el egoísmo como motor de la humanidad y, consecuencia de ello, carecemos del sentido de justicia como medio para conocer, respetar y hacer valer los derechos de las personas porque, como bien dice el Foro, para ser justos hace falta desarrollar el sentido de lo que está bien y lo que está mal, la honestidad para actuar con rectitud para evitar que se cometan atropellos contra nosotros y contra nuestros semejantes.
El abandono en que cae la familia como valor esencial es patético, sea porque hay marcada desintegración o simplemente porque los padres cada día nos vemos más demandados por el trabajo para llenar necesidades básicas en el plano material, sin que nos quede tiempo ni ganas para atender la obligación espiritual de ser formadores de nuestros hijos. Hemos perdido, dice el foro, la capacidad de amar y, lo más grave, la capacidad de darle expresión social al amor mediante la solidaridad. Con todo ello deteriorado no es raro que nos falte apego a la verdad, tolerancia, devoción a construir la paz, responsabilidad para vivir la libertad, humildad, honradez, respeto, integridad y unidad, valores todos que están ausentes en nuestra escala axiológica.
Y cuando uno piensa cómo todo ello incide en la violencia e inseguridad, se da cuenta que el Foro Ecuménico ha puesto el dedo en la llaga. Ojalá que su voz sea atendida por los distintos sectores.