Ayer temprano recibí la primera llamada con motivo de mi cumpleaños. Como siempre me ha sucedido en muchos años, era el más viejo empleado de las empresas, «el colocho», quien empezó de guardián y hoy es poseedor de su casa, un automóvil y seis hijos que terminaron el bachillerato. Cómo pasa la vida, día a día somos todos cada vez más viejos.
jfrlguate@yahoo.com
No me preocupa estar a punto de cumplir el año entrante 70 años, si Dios quiere. Tampoco me preocupa ser diabético insulino dependiente, tener problemas cardíacos, mala circulación, haber tenido el mes pasado un derrame en el ojo derecho que me dejó medio chocolate y que por ello me estén bombardeando los dos ojos con rayos láser, ni me preocupa que a través del matrimonio de mi hija más pequeña, su cuñado, un joven y prestigiado cardiólogo, me diga que lo más seguro y conveniente es que me opere de corazón abierto.
Como le digo a mis amigos, la salud la tengo de regular a mala pero los pantalones todavía los tengo bien puestos. Dios ha sido muy bondadoso conmigo, me ha permitido una vida de trabajo, vocación de servicio, conciencia social y aunque haya cosas que me duelan, son más las que me satisfacen, especialmente cuando veo a mis hijos y a mis nietos porque ellos son el presente y el futuro, yo casi sólo soy el pasado.
Lo que tenía que suceder ha sucedido, ya no son tantos los que están a mi alrededor pero los que están valen la pena. Otros aunque lejos quieren que los mantenga para vivir paseando sin hacer nada, así es la vida, unos «hormigas» y otros «cigarras».
Lo que me preocupa verdaderamente y me entristece es «mi bella Guatemala, gran país». No hay manera que le encontremos cómo los más pobres sean menos pobres y los muy ricos no quieran ser aún más ricos.
Insisto, debe buscarse un acuerdo político, económico y social y no lo vamos a lograr ni en el penthouse de la Cámara de Industria, ni a través del CIEN, ni siguiendo los postulados que por desayuno, almuerzo y cena nos receta «el gurú» muso Ayau y sus fanáticos seguidores que predican a todos en la prensa, en la marro, estudiantes o no, incluso a los conserjes; también lo hacen a través de becas a quienes les interesa, especialmente a quienes forman opinión, buscando convencerlos que ellos son dueños de la verdad. Parte de lo que predican es cierto pero mucha parte no, se les olvida la ecuanimidad, la justicia social, que Jesucristo predicó y murió para que todos los seres humanos pudiéramos vivir dignamente, en paz.
El único medio de buscar la justicia y el desarrollo social es a través de las leyes. Por ello, insisto, los partidos políticos, los candidatos y quienes tienen la guayaba, deben apoyar la creación de una nueva Constitución incluyente o continuaremos con un Estado débil, cada vez más deteriorado.
Aprovechemos la segunda vuelta de la convocatoria a elecciones (la primera ya no se puede) para rehacer, a través de una constituyente, ese nuevo pacto social. No hacerlo o pretender hacerlo después nos costaría una nueva inversión en otro proceso electoral o implicaría cuatro años más de deterioro.