Nuevamente en Washington el debate sobre la guerra en Irak vuelve a cobrar interés y actualidad, no sólo porque es constante el aumento de las bajas, sino porque se aproximan los debates sobre temas de asignación presupuestaria y crece el número de republicanos que objetan la política del presidente George Bush y pretenden una retirada importante de las tropas. Tanto la Casa Blanca como el Gobierno de Bagdad advierten que una acción de ese tipo puede derivar en una guerra civil y la secesión del país.
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Hay que recordar que cuando el presidente Bush anunció el incremento de las tropas, al recibir las críticas de amplios sectores, dijo que el Gobierno de Irak tenía asignaturas pendientes para tomar iniciativa directa y concreta en resolver los problemas internos, agregando que la milicia norteamericana no podría imponer la paz si Irak no avanzaba en resolver sus dificultades internas. El gobierno electo tras el régimen de Saddam Hussein no ha sido capaz de avanzar absolutamente en nada en cuanto a calmar las aguas entre chiitas, suníes y kurdos, por lo que la matanza continúa a un ritmo espeluznante que compromete seriamente el futuro del país.
En el fin de semana, CNN difundió un especial sobre la situación en el campo de batalla en el que desnudó las debilidades norteamericanas, especialmente por carencia de personal y equipo. Pero entre las cosas destacadas del reportaje fueron algunas entrevistas en las que se hizo ver que Estados Unidos, como imperio, perdió su capacidad para reaccionar no sólo en otras regiones sino que aún internamente en casos de catástrofes naturales o causadas por el hombre. La Guardia Nacional, que es ahora la primera línea de la defensa del país que nutre a las distintas armas de las fuerzas armadas, ha agotado prácticamente todas sus reservas y si se produjeran situaciones críticas en Irán o Corea del Norte, por ejemplo, el país no tiene capacidad para reaccionar a eventuales amenazas.
En el caso de Irak, la presencia norteamericana no puede ser eterna y es obvio que el gobierno impuesto por Washington no es capaz de resolver el problema político y religioso. De esa cuenta, no resulta aventurado decir que la guerra civil tendrá todo su ímpetu tarde o temprano, cuando se produzca esa retirada de tropas y que Estados Unidos no podrá detener la carnicería producto de confrontaciones ideológicas, raciales y religiosas tremendas, que fueron previstas por muchos analistas en el mundo, pero que el eje Washington, Londres, Madrid pasó por alto porque creyeron en el canto de sirena de Bush y Chenney, en el sentido de que los invasores serían recibidos como salvadores del pueblo iraquí.
Y mientras por los errores de Bush, el imperio y el poderío militar de Estados Unidos parecen languidecer, se empieza a materializar en estos albores del siglo XXI el muy anunciado despertar del dragón amarillo. Desaparecida la URSS, Estados Unidos no supo aprovechar el espacio durante las décadas en que fue la única superpotencia mundial y el error de uno de sus dirigentes puede provocarle un daño irreparable porque reconstruir su poderío militar no será fácil luego de esta aventura fallida que tendrá peores efectos geopolíticos que Vietnam.
Abrir los ojos ahora sobre lo que significó la torpeza de Bush es esencial para que Estados Unidos pueda minimizar los daños y replantear su papel en el mundo. Defender, en cambio, el «bushismo» es condenarse al abismo.