Si partimos de las diferencias individuales, hay que aceptar que siempre se habla de un ganador, que por diversas razones destaca entre los demás. Las características positivas de su propia personalidad, en suma, hacen que gane terreno en el diario vivir, debido al carisma que posee.
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Con sobrada razón se habla de un ganador, que a base de constante superación y esfuerzos denodados logra obtener éxito al desenvolverse mediante eficiencia, responsabilidad y restantes cualidades. Por encima de todo está consciente cómo al respetar la dignidad humana obtiene triunfo rotundo.
Quien ha sabido con fe y esperanza en un mundo mejor, dejar a un lado la pérdida de la autoestima y por el contrario es dueño de voluntad firme, avasalladora, que no para mientes en seguir adelante. Los escollos puede tornarlos a modo de desafío en obra tangible, digna de encomio total.
En el medio donde se desenvuelve, a base de entusiasmo desbordante traza horizontes viables, aprovechables sin pasarse sobre los demás y consigue al final encabezar jornadas cotidianas. Viene a ser un paradigma ostensible que ignora envidias, intrigas y egoísmos infaltables dondequiera.
Las condiciones propias del entorno, en su mayoría críticas y adversas, son sus materiales que aprovecha para utilizarlos a modo de indicadores, que suman experiencias válidas. Lejos de sucumbir por inercia, se agiganta con tales bagajes trastocados en casos y cosas favorables por demás.
Si descubrimos en nuestro interior valores ignorados por largo tiempo, luego de un alto en el camino, sobreviene después la reflexión y también la meditación. Es posible ponerlos en práctica en la lucha diaria y concluir que el ganador ha estado con nosotros a la espera de entrar en acción.
No demos paso al pesimismo, en el sentido que se habla de un ganador, al ser humano que la suerte y el destino le benefician, haga lo que haga. La posibilidad está en nuestras manos, es menester eso sí, emprender el amparo de la fe en nosotros mismos las acciones pertinentes que ameritan.
Recordemos el sabio decir de los antepasados que mientras hay vida, igual existe esperanza que será el soporte capaz de conducirnos por los caminos seguros del éxito. ¿Pero siendo como somos y estando como estamos, cabe aun asirnos a un áncora salvadora? La peor lucha es la que no se hace.