Si fuera Dios


Los polí­ticos producen tanta amargura, junto a sus partidos, que hay que reconocer que eventualmente la razón se vuelve intolerante, cruel y dura. Uno a veces quisiera ser Dios y destruir por medio de un diluvio, una hecatombe o un simple rayo a esos grupos organizados de llamados polí­ticos para, como hizo í‰l mismo en el tiempo de Noé, empezar de nuevo.

Eduardo Blandón

Yo si fuera ese Dios comenzarí­a por evitar que ningún miembro de esas familias de polí­ticos participara más en la vida pública. Por el poder omnipotente que me caracterizarí­a, harí­a que dentro de esas familias brotaran gracias a mi generosidad los músicos y los poetas, pero nunca más un solo polí­tico. Imagí­nese qué lindo serí­a que en lugar de tener a don Efraí­n Rí­os Montt en el Congreso lo tuviéramos en el Teatro Nacional cantando arias de Puccini o Verdi. O a la bella Zury componiendo poesí­as de alto nivel. Guatemala estarí­a más contenta con Dios (conmigo en este caso) y la familia serí­a la más querida del paí­s ?no como ahora-.

De ser Dios aniquilarí­a también algunos partidos polí­ticos. Los harí­a desaparecer sin dejar rastro alguno en la mente de nadie. Ser poderoso me permitirí­a hacer, por ejemplo, de la UCN y del PP un grupo de gente comprometida con los Boy Scout. Harí­a de Pérez Molina el presidente del escultismo a nivel nacional. Yo sé que los miembros de ese partido gustan de la vida salvaje, el monte y la aventura. Entonces, para no quitarles sus gustitos los harí­a forjar el carácter duro y disciplinado de los jóvenes escultistas.

Definitivamente cambiarí­a el Tribunal Supremo Electoral. La paciencia de Dios tiene lí­mite y tanta flojera me harí­a perder los estribos. Esos discursos tibios me enervarí­an la piel. Tanta fuerza me permitirí­a poner en ese lugar a gente distinta, menos comprometidas con los grupos de poder y menos locuaces a la hora de disculpar su falta de carácter. Quizá pondrí­a a alguien con carácter firme y testarudo, alguien como el Alcalde capitalino, pero con una dosis más fuerte de sencillez y capacidad de escucha. Me costarí­a hallar el equilibrio, pero al final creo que lo harí­a bien (al final serí­a Dios, ¿no?).

Como Dios, quitarí­a a todos los caciques que intentan repetirse en las municipalidades. Ya me sentirí­a aburrido de los mismos, los de Chinautla, Santa Catarina Pinula, Villa Nueva y la larga lista que algunos conocen. A estos muchachos los transformarí­a en albañiles para que finalmente construyan algo, para que trabajen con sus manos y desquiten el salario. Nada me darí­a más gusto que verlos, en el mejor de los casos, manejando un bus del Transmetro.

No son malos pensamientos los que tengo, son los deseos más profundos que albergo en mi corazón, pero claro, uno siente pena al expresarlos. Uno parece estar chiflado, pero, admitámoslo, ¿es que acaso no estamos un poco locos todos al ir a las urnas a votar por esos candidatos que se nos proponen?