Según el diccionario del idioma español, una caricatura es la imitación mala o ridícula de una cosa. La cacareada democracia de Guatemala es entonces el retrato de un esquema ideal, pero con sus rasgos totalmente deformados. Desdichadamente, durante décadas la tecnología de la manipulación se ha desarrollado implantando en la mente de los guatemaltecos la falsa idea de una democracia que no existe en la realidad.
Por ello mismo, ninguna palabra ha recibido tanto incienso ni ha sido tan utilizada como la democracia. La han usado desde Fidel Castro hasta Pinochet, pasando por George W. Bush, el actual presidente de Estados Unidos.
El literato, antropólogo y sociólogo Franco Sandoval, anota en su obra Encanto y Desencanto con la Democracia, que lo único verdaderamente concreto, tangible de la democracia, son los procesos electorales y estos son como un volcán al que se va subiendo en emoción durante la etapa de campañas y después, ya con el gobierno instalado, se desciende hasta el desencanto. Cada vez se repite el descontento por la ejecución insatisfactoria del ejercicio de gobierno. Agrega que en este juego la corrupción es el sida de la democracia.
En el presente año electoral, hay muchos ingredientes que incrementan la incertidumbre como la falta de credibilidad de las instituciones, la galopante pobreza que alcanza a casi el 60% de la población y la imparable violencia que agobia a casi todos los sectores de la sociedad.
En medio de este marco que mantiene escépticos a los votantes, los grupos oficiales y los principales partidos políticos operan una poderosa maquinaria propagandística a través de los diversos medios de comunicación masiva, tendente a convencer al electorado de que debe ir a las urnas electorales.
En la realidad concreta no hay ninguna salida a los problemas políticos de Guatemala dentro de los parámetros propiamente electorales, porque las leyes son excluyentes y no permiten que los guatemaltecos puedan agruparse libremente en partidos políticos. Para formar y hacer funcionar un partido se necesitan muchos millones de quetzales y esos recursos solo los puede desembolsar la clase dominante.
En la actual campaña electoral no hay una opción para las mayorías de Guatemala. La democracia formal y representativa es la base para este proceso, pero lo que se necesita es una democracia real y participativa. De manera que el pueblo de Guatemala está nuevamente ante las farsas que ya se han organizado antes con el nombre de elecciones, que finalmente se transforman en peleas entre poderosos grupos económicos que siguen perpetuándose en el ejercicio del poder público. (La Hora. 27 junio 2007).