Me pregunto por qué aquel niño de cara sucia cambia sus cuadernos y lápices por una pieza de pan. Me pregunto por qué prefiere caminar con una caja negra bajo el brazo hacia un parque y no con una mochila hacia una escuela. Piensa en ello, patojo, pero no se lo preguntes a su madre.
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Me pregunto por qué el piloto de bus sonríe sólo cuando llega a su casa y ve a sus hijos sentados en la mesa cenando con su esposa. Piensa en ello, patojo, pero no se lo preguntes mientras maneja. Me pregunto por qué el viejo y con mucho cansancio al caminar tiene tan mal carácter. Piensa en ello, patojo, pero no se lo vayas a preguntar a él. Me pregunto cómo una mujer con tres hijos, abandonada y sin nadie que le ayude logra llevar alimento y soporte a su casa y sacar adelante a su familia coja mejor que una con padre y madre. Piensa en ello, patojo, pero olvídate de ese estereotipo de mujer débil. Me pregunto por qué el político, cuya vida ha sido marcada por la pobreza y las necesidades puede olvidarse tan fácil de todo eso cuando ocupa un cargo público. Me pregunto por qué el poder puede llegar a cambiarlos. Piensa en ello, patojo, pero que escarbes tanto en los detalles.
Me intriga saber cuánto dinero ganan los que trafican con humanos y sus órganos. Piensa en ello, patojo, pero no se lo preguntes a ningún enfermo. Es difícil imaginar si podría cenar en perfecta paz un campesino, un militar y un guerrillero en un restaurante de comida rápida, ¿quién pagaría la cena? Piensa en ello, patojo, pero no se lo preguntes al mesero. Quiero saber por qué la novia le disparó al novio. Perfecto, puedes preguntártelo, pero no te quejes si te enamoras de ella. Me pregunto si aún existen los políticos honestos. Cavila, pero no te tardes tanto.
Me pregunto por qué siempre te pones paranoico cuando sales de tu casa y te montas a una camioneta. Piensa en ello, patojo, pero no se lo preguntes a tu padre, el chofer que todos los días pasa por el Cementerio General. Quiero saber por qué la gasolina es tan cara en este país donde comer tres veces al día será una cosa del pasado. Razona, patojo, pero prométeme que aprenderás a valorar lo que te comes de ahora en adelante. Me cansé de hacer tantas preguntas, pero tengo una última. Bueno, dale, cuál es esa pregunta. Quiero saber si algún día podremos arreglar esta situación, levantarnos con una sonrisa, salir y saludar al vecino con un abrazo, subir a una camioneta y platicar con quien viaja a mi lado, dejar de ver en los periódicos las mismas noticias, bajar a comer en el mercado y terminar mi día estrechándole la mano a mi jefe para sacar a mis hijos a cenar. No lo sé, patojo, pero no se lo preguntes a nadie. Quizá aún podamos arreglarlo. Divagaciones adaptadas a nuestra realidad de la Nota al muchacho errante como joven desertor del ejército del libro Tarántula.