La bancarrota del sistema de salud es un viejo conocido desde que viví en el Altiplano occidental durante mi niñez. Luego durante los años de mi formación médica continué viviendo aquel desastre y más adelante persiste la vivencia a través de 11 años de trabajar en el área rural.
Tiempo atrás escribí un pequeño libreto, eso que en inglés llaman pomposamente booklet, lo titulé Educación y Salud, Herramienta para el Progreso, la edición de unos mil ejemplares se distribuyó entre personas que a mi criterio podrían provocar cambios desde nuestro complejo mundo político. A la fecha viviendo en una aldea del interior desde hace 11 años, puedo decir con certeza que los problemas abismales de salud siguen siendo los mismos. Gobiernos entran y salen sin derrotar el mal: presupuestos insuficientes, recursos humanos escasos y mal utilizados, despilfarro y cuando no corrupción, y ante todo estrategias poco originales e inadecuadas. Podemos decir por las razones ya mencionadas y algunas otras, que la mitad de la población de Guatemala que vive en el área rural sigue con alto riesgo de enfermarse y morir.
El número de centros y puestos de salud y sus estrategias no permiten llegar a una población dispersa en esa geografía accidentada de Guatemala. En la Estadística de 2004 que a la fecha se reporta, el Ministerio de Salud cuenta con ocho regiones de salud y 29 áreas dentro de las cuales se ubican 37 centros de salud tipo A (poseen encamamiento); 247 centros de salud tipo B (sin encamamiento) y 963 puestos de salud, además de 300 centros de convergencia y 43 hospitales, muchos de éstos ubicados en el área metropolitana.
La población que vive en los niveles aldea- caserío de lugares inaccesibles en los altiplanos que conforman las dos grandes cadenas montañosas que cruzan Guatemala de Este a Oeste (Sierra de los Cuchumatanes y Sierra Madre) igualmente la de Petén y otros lugares aislados no tienen acceso a la salud. Hablamos de cuatro a cinco millones de personas que nacen, viven y mueren sin esperanza y muchos de ellos no se enteran que sale y entra un nuevo gobierno. Hasta esas lejanías no llegan ni las migajas de los exiguos presupuestos del Ministerio de Salud. Sin embargo las estadísticas oficiales arrojan un descenso importante en la mortalidad infantil y en la mortalidad materna, un dato poco confiable.
Los programas de Seguridad Alimentaria que deberían permiten reducir los altos índices de desnutrición proteínico energética severa (arriba del 50% en niños de ciertos grupos etarios) no llenan a cabalidad su función aunque son mejor que nada. El problema de la desnutrición como una enfermedad socioeconómica y no médica, sigue sin entenderse. Un matutino el martes 30 del mes recién pasado reproduce las declaraciones del saliente Secretario Presidencial relacionado con el tema de Seguridad Nutricional diciendo que el presidente í“scar Berger «cree en una solución focalizada» del tema nutricional y no en una visión integral. Grandísimo error, Focalizado quiere decir tratar a los desnutridos ya existentes y quizás hasta distribuir galletas escolares como complemento, pero no llegar al fondo del problema, esto es aumentar los ingresos de las familias con mejores salarios y otros ingresos que les permitan comprar alimentos de alto valor biológico que son los que impiden la desnutrición Al decir, que no se quiere llegar al fondo del problema hablando en lenguaje popular, significa no querer tocarle sus partes íntimas al león.
Una vez más tenemos cambio de gobierno a la puerta y el tema de salud surge en la propaganda electoral. Para aclarar ese oscuro panorama se necesita algo más que slogans, es necesario cuando menos triplicar el presupuesto actual y aprovechar los recursos racionalmente. Una estrategia diferente con un sistema de Monitoreo de Salud a Distancia que permita extender la cobertura en el área rural hasta los niveles aldea caserío. Avanzadas de Salud atendidas por miembros de la comunidad, Extensionistas de Salud y Comadronas empíricas entrenadas. Por último, propiciar la producción y consumo de alimentos a nivel familiar, además de los subsidios en especie por parte del Estado.
La única forma de disponer de suficientes recursos para elevar a unos cinco mil millones (al precio actual de mercado) el Presupuesto del Ministerio de Salud es en primer lugar aumentar los ingresos a través de Impuestos Directos, esto significa que el que gana más paga más, pero de verdad y no del diente al labio, cosa que nunca hizo la derecha. En segundo lugar, recortar el presupuesto asignado a otras instituciones para invertirlo en Salud.
En Guatemala la derecha fracasó en la solución del problema de salud, la única administración que a mi parecer enfocó acertadamente el tema, al menos el abastecimiento hospitalario -entonces no se conocía el criterio de Atención Primaria en Salud- fue la del doctor Alfonso Ponce Archila durante el gobierno de Peralta Azurdia. Habiendo fracasado la derecha, pienso que es el momento de dar oportunidad de gobernar a un partido político de izquierda con una Agenda Social más ambiciosa para encontrar soluciones sobre la marcha. La Agenda Social de la derecha, tradicionalmente enfoca el problema de salud como un segundo paso después del desarrollo económico, un plazo demasiado largo, no una solución al corto plazo que es lo que necesitamos.
El Proyecto Político de la Unión Nacional de la Esperanza con ílvaro Colom y el doctor Rafael Espada, me hace pensar que puede representar esa opción política diferente que encuentre la respuesta al problema de salud, esa Nueva Izquierda, la izquierda de la Social Democracia moderna que no tiene temor de hablar de la Economía de Mercado, capaz de sentar las bases para solucionar la carencia de servicios para la mayoría de guatemaltecos que viven principalmente en las áreas de alta ruralidad.