Por docena son más baratos


Guatemala, un paí­s que en tiempos pasados era de los principales exportadores de café y de banano, ahora lo es de niños, y no es de extrañar, si la corrupción es parte de nuestro imaginario social.

Claudia Navas Dangel
cnavasdangel@yahoo.es

Mucho se ha hablado sobre la aprobación de una ley de adopciones, que bien nos viene, porque no se puede negociar con la vida con tanta desfachatez, pero eso es parte de todo lo que el Congreso no quiso hacer en este perí­odo, ellos sabrán porqué, y nosotros, los ciudadanos comunes, podemos suponerlo también.

Quien haya ido a cualquier hotel de cuatro o más estrellas de la Zona Viva habrá visto pasar parejas de extranjeros cargando bebés morenitos, qué buenos ellos, y serí­an más buenos si todos estos niños no fueran más que bebés recién producidos para la venta o la exportación (porque ya también todo el mundo sabe que las madres se embarazan para vender a los niños, que éstos se ofrecen hasta por internet y que el costo va más allá de los US $20 mil), sino infantes huérfanos, niños abandonados por la miseria que viven muchas mujeres, en fin, y no producto de una empresa que logra cifras tan altas, como 4,918 adopciones en 2006.

Quizá por eso el penalista Fernando Linares Beltranena, en el artí­culo publicado el 19 de mayo en Siglo Veintiuno, rechazan 74% de trámites de adopción, compara al proceso de adopción con la venta y producción de aguacates, cito: «Es bueno que ganen los abogados en promover las adopciones. Mientras más trámites existan, más baratos van a ser los costos. Es igual que en La Terminal, los que venden aguacates promueven que se coman y más gente va a sembrar aguacates, más gente va a dedicarse a la producción de aguacates? si se restringen las adopciones de niños quienes van a sufrir son los niños?».

Comparación por demás vergonzosa, ofensiva y sobre todo absurda. Señor, en Guatemala esos niños que usted dice no sufrirí­an, porque no existen, no nacen si no se hace pedido. ¡Ah!, y otra cosa, ser huérfano no implica ser algún dí­a prostituta, pegamentero o limosnero, pero quizá ser abogado, o para algunos, sí­ sea sinónimo de desalmado.