PADRE WILLY, NUESTRO SENTIDO Pí‰SAME


Cuando este sábado 19, yendo hacia el norte por la zona 10, al asomarnos a la esquina de la iglesia de Ciudad Vieja, oí­, súbitamente el lamento de la Lila mi mujer, al contemplar el mutilado tronco de la centenaria ceiba que ornamentaba el parquecito al frente de esa parroquia. No tuvo la Lila necesidad de pedirme que me asombrara al mirar el cadáver destrozado de esa vieja y señorial ceiba porque el impacto que a mí­ me ocasionó fue también de profunda e inefable tristeza que se manifestó en mis gestos.

Dr. Carlos Pérez Avendaño

Me atreverí­a a afirmar que la gran mayorí­a de los que por ahí­ viven y transitan sienten una muy sentida melancolí­a y que inmediatamente piensan, así­ como lo pensamos con la Lila, en aquel que dizque encontró razones para cometer ese asesinato.

Estoy seguro que las razones para haber procedido así­ deben ser poderosí­simas y que fue mucho el tiempo dedicado a debatir sobe la conveniencia y las consecuencias de esa trascendental condena. ¿Quiénes fueron las instituciones y los expertos consultados? ¿Hasta qué punto era conveniente hacer participar a los vecinos en esa decisión?

Si acaso fue la Municipalidad la responsable, pues es explicable que siendo d. ílvaro el mandamás, no se haya hecho mayores consultas. D. ílvaro es de los que hacen las cosas sin muchos titubeos porque sabe que el consultarlas solamente las complica, las retrasa y, de repente ya no se hacen.

Ese su modo de funcionar tiene sus grandes ventajas, pero, también sus grandes desventajas. Sin embargo ahora no se trata de decidir algo como la habilitación de uno o dos carriles del Transmetro, lo cual, aunque se haga prontí­simo y sin consultar, es algo que se puede corregir sin funestas consecuencias. Desafortunadamente se trata de cortar un árbol, cuyo cadáver no se puede resucitar, y aunque se reconozca que se cometió un error, ese centenario monumento ya no puede ser reanimado.

Creo que la Municipalidad, en este caso, deberí­a haberlo consultado públicamente, aunque se comprende que si su enfermedad era incurable y que peligraba que se desplomara y destripara al padre Willy, párroco de la iglesia, pues habí­a que proceder a su ejecución. Me imagino que en sus homilí­as, el padre manifestará su tristeza.

El espectáculo de ese tronco cercenado es impresionante. En ese sentido vale la pena exhortar a los padres de familia que lleven a sus hijos a contemplarlo ya que recibirán una muy ví­vida lección sobre la deforestación, los nidos de los pájaros, la refrescante sombra, lo impresionante de la belleza y sobre lo fácil que es destruir. Pedir a los muchachos que calculen cuánto tiempo se tardará una recién sembrada ceiba en alcanzar esa majestuosidad y cuánto se tardaron los muní­cipes en derribarlo.

Nuestro más sentido pésame a los amantes de los árboles, a los vecinos de Ciudad Vieja, y sobre todo, a mi amigo y paciente el padre Willy.