Hace apenas unos cuantos años atrás la frase con la que he titulado la presente columna tenía una connotación que hoy ha cambiado radicalmente. De hecho la historia hoy se escribe casi al mismo tiempo que están sucediendo los acontecimientos. Así la aseveración ya no tiene la característica de ser una sentencia de «largo plazo». Nuestra incorporación en la historia es o no es definida desde ya. La calidad que se nos confiere la recibimos inmediatamente después de nuestros aciertos o de nuestros fracasos.
El actual Presidente de los Estados Unidos de América tiene un calificativo desde ya. Su incorporación a los anales ya está señalada. El presidente de Guatemala ya tiene un dictado de su paso por el ejercicio de su mandato. No se ha tenido que esperar el transcurso de un tiempo. Lo hecho o dejado de hacer ya es parte de la historia. Nos guste o no nos guste.
El flujo de información, la red virtual, el aparecimiento de nuevas formas de intercambio de opiniones. Los registros simultáneos entre los sucesos y sus protagonistas nos proveen esos elementos que antes tomaban «años y años». ¿Cuál es su importancia? Algo elemental. Los cambios que propiciemos, los obstáculos que fabriquemos. La forma de implementar nuestra visión del futuro es al mismo tiempo la huella que nos registra.
El diálogo de sordos entre la dirigencia magisterial y el gobierno central apunta a un callejón sin salida o dicho de otra manera a una salida perjudicial para unos y otros. A partir del próximo miércoles 2 de mayo, las posibilidades de los bloqueos y otras acciones similares tendrán otra relación con lo actuado hasta ahora. Tales medidas podrán ser calificativas de obstáculos al proceso electoral que se inicia en esa fecha. El reto será entonces encarar nuevas formas de protesta o el cese total de las acciones hasta ahora emprendidas.
¿Qué se habrá ganado? ¿Qué se habrá impuesto? ¿Cuál habrá sido la verdadera motivación o motivaciones?
Todos hemos perdido. El tiempo de estudio de nuestros niños y jóvenes se ha diluido. Nuestra movilidad se ha entorpecido. Se ha perdido la razón. Se ha caído en la obstinación. La historia ya les reservó su lugar en los anales. Así no saldremos del subdesarrollo. La historia les ha juzgado.
El diálogo es la discusión en búsqueda de avenencias, de acuerdos. Es ceder para alcanzar metas concretas. Es el punto de partida para lograr nuevos escenarios. Tal no se ha producido. Quizás habría que revisar si los interlocutores tienen la calidad para ser llamados como tales. De ello ya da cuenta la historia de los sempiternos conflictos en nuestra Guatemala de la eterna conversación en la que nadie se pone atención.
¿Por qué hay tanta resistencia a aprender de nuestra propia historia? Vaya usted a saber apreciable lector. El caso es que nos encontramos dando vueltas y más vueltas, sin parar, para llegar a ninguna parte.