¿Ahora con quién se hace el acuerdo?


Hace varias semanas presentamos en portada de La Hora la fotografí­a del Presidente de la República, sonriente y con su caracterí­stico gesto de triunfo levantando el pulgar, junto a Joviel Acevedo tras firmar un acuerdo que poní­a fin al conflicto magisterial y que permití­a a los estudiantes tener la certeza de un ciclo escolar sin sobresaltos. Viendo esa foto, en la que el Presidente de la República se mostraba tan satisfecho por los logros del diálogo con los maestros, uno hubiera pensado que se habí­a actuado con seriedad y que, efectivamente, al agotar la última instancia (el primer magistrado de la Nación), todo quedaba definitivamente resuelto.

Oscar Clemente Marroquí­n
ocmarroq@lahora.com.gt

Pero resulta que ese acuerdo, en el que aparece estampada la firma del licenciado í“scar Berger en su calidad de Presidente Constitucional de la República de Guatemala, se fue por el desagí¼e porque una de las viceministras de Educación dijo que el gobernante habí­a asumido compromisos que excedí­an su capacidad y que por lo tanto no tení­an validez. Sin mostrar siquiera respeto por el Presidente le dijeron que habí­a metido la pata al aceptar las exigencias de la dirigencia magisterial y él, muy solí­cito, admitió que la viceministra y su jefa tení­an razón, dejando en el aire lo suscrito.

Obviamente en esas condiciones no se puede esperar que exista un acuerdo futuro con el Presidente porque ya se sabe que si sus subalternos no están de acuerdo con lo que él diga o haga, el licenciado Berger dará marcha atrás y así­, por supuesto, nadie querrá sufrir el desgaste de negociar con él para luego quedar silbando en la loma. Eso no lo entendieron los funcionarios del ministerio de Educación que tení­an que preservar, en primer término, la autoridad del mandatario para que en futuras negociaciones sobre éste o cualquier otro tema, se le pueda tomar en serio. El colmo de los colmos fue que ni siquiera fue su ministra quien se dio el lujo de mandarlo al chorizo, sino una viceministra apareció con cara empurrada en la televisión diciendo que lo firmado por el Presidente era una especie de patraña porque no podí­an hacer nada, aunque él lo ordenara, ya que el expediente contra Acevedo habí­a sido trasladado al Procurador General de la Nación.

Entre la ministra y la dirigencia del magisterio es muy difí­cil encontrar puntos que faciliten algún acuerdo, por lo que evidentemente se pensó que habí­a que excluirla de la negociación y de esa cuenta fue que el Presidente de la República se hizo cargo, en un fugaz esfuerzo y mientras la ministra andaba de viaje, de negociar él con los maestros. Posiblemente el acuerdo no haya sido de lo mejor y seguramente que dejó descontentos a los colaboradores del mandatario, pero en todo caso se entiende que el dí­a que se reunieron en Casa Presidencial hubo algunos asesores técnicos y polí­ticos que le dijeron al mandatario hasta donde podí­a llegar y qué le convení­a a su gobierno y al paí­s.

Lo que no puede ser es que un Presidente firme de puño y letra un compromiso y luego se tenga que desdecir y reconocer que lo firmado no tiene ningún valor porque tal condición le puso alguno de sus colaboradores para seguir en el puesto. Porque ahora el problema es que no se puede tener certeza absolutamente de nada. Aún si se produce un acuerdo entre los dirigentes y la ministra, no sabe uno si de repente el mandatario sale con alguna otra idea u ocurrencia que cambie por completo el panorama, aunque sea por una horas mientras recibe la contraorden de sus subalternos que nos confirman como aquí­ sí­ que los patos le tiran a las escopetas.