«Hola», es un saludo muy utilizado, muy común en el idioma español. Es un vocablo de naturaleza neutra, útil para cualquier circunstancia formal o informal. No es nada del otro mundo, no incomoda, por el contrario, establece un ambiente de confianza y abre la brecha para una larga y tendida conversación, dependiendo siempre de quien posea el don de la parla.
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Es una palabra que escupimos tantas veces en nuestra vida, que obviamos lo que encierra o lo que puede encerrar en sí. Una trama oculta que une vidas. Podría imaginarse que es más que un saludo; estriba una connotación más profunda. Es una llave para entrar al recinto de los otros. Un vínculo de conocimiento a un mundo distinto al nuestro, el personal. Un mundo habitado por pensamientos ajenos a la vida cotidiana. Cuatro letras de una larga historia de vida, de una existencia compartida.
Y es una buena forma de empezar. Es justo romper el hielo con cortesía y buenas intenciones.
Acá, sentado frente a la computadora, me sorprende la invitación de participar en este ejercicio honesto, en esta parte más libre del periodismo, exigente de creatividad y una dosis extrema de honestidad. Me han dado la bienvenida a formar parte de estas prolijas páginas editoriales, donde han pasado firmas excepcionales que han hecho su espacio en el imaginario del periodismo guatemalteco
Entiendo que un espacio de opinión hay que tratarlo con mucho respeto, y que hay que tener experiencia y vocación para llegar al lector. Pero hay que ser honestos; no se puede pecar de ingenuo y suponer que la sinceridad no puede llegar a ser punzante y ofensiva, y mucho más, cuando somos jóvenes y nos limitan los espacios de participación en esa decadente democracia que nos han pintado. Creo que el desencanto, heredado de la guerra, nos ha hecho unos miembros marginales de la sociedad, obligándonos a digerir lo que otros procesan a su modo. Por eso veo que no se necesita de esa veteranía para entrar en la construcción del país que queremos, y es injusto suponer que quienes llevamos menos años encima no tenemos voz para opinar.
Por eso estamos acá, para iniciar esta aventura. Y un simple «hola», es mi llave para abrir las puertas de esta prisión a la que hemos sido condenados. Y qué mejor lugar para arrancar el motor de las divagaciones en papel que este vespertino, que a casi 87 años de su primer número en circulación, sigue brindando la oportunidad de formación a las nuevas generaciones periodísticas.