Yo creo que las funciones del Presidente, incluyendo la de hacer entrega a la población de las obras que realiza, no debe interrumpirse por la convocatoria a elecciones y que el Presidente de la República puede y debe continuar con su actividad en forma absolutamente normal, actuando como expresión de la unidad nacional. Sin embargo, lo que hace que surjan oposiciones muy fuertes son los abusos y excesos y, en el caso presente, las boqueras del mandatario, porque realmente su actitud cuando llevó a Eduardo Castillo, candidato a diputado, a participar de las inauguraciones bajo el argumento de que no estaba al tanto de las aspiraciones políticas de su ex ministro e íntimo amigo fue una burla a la inteligencia de la gente.
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Por supuesto que el Tribunal Supremo Electoral tiene que intervenir para impedir que el Presidente, por muy gobernante que sea, entienda el sentido de la ley y deje de cometer ese tipo de abusos. No sería raro que el día de mañana llevara a Giammattei a una de sus inauguraciones o a Alfredo Vila, y diga que no está al tanto de que son candidatos y que los invita porque son sus amigos y porque fueron buenos colaboradores de su gobierno. Ese tipo de ligerezas cometidas por el mandatario son las que le han hecho mucho daño a lo largo del período que ya está por fenecer.
Y es que el licenciado Berger, como abogado, tiene que tener muy claro lo que significa ser mandatario. En otras palabras, él mejor que cualquiera tiene que saber que un mandatario no puede hacer lo que le venga en gana ni burlarse del mandante como él quiere hacerlo de esa chusca forma. Está obligado a respetar al mandante, en este caso al pueblo de Guatemala, y por lo tanto tiene que tener elemental y mínimo reconocimiento de que no está gobernando a una partida de imbéciles que se tienen que tragar esa clase de patrañas.
Cualquier excusa hubiera sido mejor que la de responder a los periodistas que no estaba al tanto de la postulación de Eduardo Castillo como candidato a diputado, cuando todos sabemos que en la Gana se actúa con el mismo criterio que siempre ha prevalecido en los partidos oficiales, es decir, que el Presidente sigue siendo quien más mete la mano y decide desde la candidatura presidencial hasta las de diputados. Y sobre todo cuando se trata de un amigo íntimo del mandatario, quien le ha acompañado en todas las participaciones políticas previas y con quien comparten responsabilidades en muchos de los negocios realizados tanto en la Municipalidad como en el gobierno central, porque la gente sabe que Castillo y Berger han sido algo así como uña y carne, para usar la expresión popular.
El problema es más serio de lo que parece porque si con desfachatez se actúa en lo pequeño, imaginemos cómo están actuando en lo grande, sobre todo en lo que tiene que ver con el uso de los recursos del Estado. Si no les importa que públicamente la gente se dé cuenta de cómo están manoseando las cosas para beneficiarse con el ejercicio del poder, ya podemos imaginar cómo se está actuando en lo que no es tan visible y que se diluye porque implica la canalización del recurso del Estado a favor de la candidatura oficial.
Giammattei mismo debería protestar para librarse de señalamientos que le harán, tarde o temprano, como resultado de esas boqueras del presidente que, en honor a la verdad, ofenden la inteligencia de la gente.