Me llenó de mucha tristeza escuchar de labios de un amigo que se retira del país. Es mi oportunidad, me decía, esta beca será mi puente para instalarme con mi familia en forma definitiva en Alemania. Este joven médico, huérfano de padre e hijo de una señora muy cercana a mi familia, eventualmente fue tema de conversación con una de mis hermanas, desde su época de estudiante comentábamos su lucha. Siempre destacó como estudiante y durante su universidad jamás tuvo vehículo propio a su servicio, a lo largo de su carrera durante más de seis años siempre utilizó el servicio urbano. Recuerdo muy bien su «odisea» por insertarse en nuestro estrecho mercado laboral, casi un año sin trabajo después de graduado. Un amigo de su familia le devolvió la esperanza al conectarlo en un empleo, un salario de Q3 mil en el hospital San Juan de Dios. Recuerdo su ilusión cuando inició su especialización en ginecología, hace poco logró finalizarla, pero ahora «sueña en grande» dice, decidiendo instalarse por medio de una beca en un país desarrollado.
Por mi relación con el tema de migración ya sabía acerca de la amenaza que representa la fuga de cerebros que emigran desde América Latina, esto ya es motivo de alarma en el continente y se vuelve un riesgo cuando los países de origen no son lo suficientemente atractivos para retener a sus talentos. Cuando el talento más calificado de un país emigra a tasas elevadas, como ya sucede en Guatemala, definitivamente es el reflejo de problemas profundos y significativos de una nación. Guatemala es un país rico en recursos, pero su recurso humano es el que más se debería de cuidar.
En el caso de los médicos no es únicamente la inseguridad y el desempleo las causas obligadas de la emigración, también están los bajos salarios y la búsqueda de especialización. Esto causa al país un daño significativo, ya que al perder su recurso humano de alto entrenamiento el país se debilita y se vuelve menos competitivo y por lo tanto se reducen las herramientas para luchar contra la pobreza, además, ese talento humano lo ganan otros países, que en cambio se fortalecen. Con excepción de Guatemala en varios gobiernos del continente ya empezaron a reaccionar a la fuga de cerebros; el gobierno argentino, por ejemplo, ya puso en marcha su programa «Raíces» para contactar a sus técnicos y científicos en el exterior; en Uruguay ya hay un portal (Departamento 20) en un intento por localizar a una buena parte de una legión de 600 mil uruguayos en el extranjero. México con su Instituto de los Mexicanos en el Exterior mantiene por medio de su red consular una estrategia para localizar y conocer a sus investigadores, científicos y empresarios e invitarlos para abogar por el desarrollo de su país desde sus puestos de trabajo. El próximo gobierno (de éste ya no se espera nada) debería de diseñar una estrategia de acercamiento con nuestra comunidad en el exterior para crear una red de talentos guatemaltecos que viven fuera del país y, de manera conjunta, trabajar en acciones que beneficien al desarrollo del país. Esta sería una forma para revertir esta tragedia.