«Sin duda, una buena campaña electoral es necesaria para que un candidato gane, pero si el candidato es malo, no sufragarán por él».
Tal es la circunstancia de algunos partidos políticos que participarán en los comicios generales a efectuarse en septiembre de este año; los candidatos son calificados por la vox populi como buenos, regulares, mediocres y malos; de acuerdo a la relativa potencialidad de ser electos.
Hay candidatos con mala imagen, y a pesar de lo que hagan los estrategas del candidato, será una misión imposible cambiar la imagen que éstos tengan. Las razones de tal percepción se pueden discutir, tal el caso cuando se tiene la imagen de ser un político poco confiable, y en el mejor de los casos, ser un político vinculado a la corrupción y a los manejos poco claros.
Los políticos contribuyen a que dicha imagen sea magnificada cuando no tienen el valor para desmentir públicamente las aseveraciones o endilgamientos que se les hacen. En Guatemala, cada uno de los candidatos tiene sus luces y sus sombras, desde su pasado burócrata hasta sus asuntos amorosos fuera de hogar, lo que los convierte en presa fácil de las habladurías populares y por supuesto, ello mina la credibilidad que pudiera tenérseles.
Frente a este panorama, es muy probable que los equipos de los candidatos diseñen campañas que tienen como objetivo buscar la credibilidad en su candidato y convencer a los votantes. Sin embargo, la filosofía de quienes se dedican a la «mercadotecnia política» no hay candidato malo, todo es un asunto de estrategia electoral ya que una buena campaña electoral es necesaria para que un candidato gane, pero si el candidato es malo, no sufragarán por él.
Las campañas ocultan los defectos de un candidato cuando éstos no se conocen, pero no cuando ya son vox populi, como la afición a las bebidas alcohólicas o a las damas fuera del hogar, entonces la censura popular se hace manifiesta en el otorgamiento del voto. Recordamos el caso del periodista Jorge Carpio quien mantuvo buenas campañas publicitarias, pero él como candidato no era del agrado popular.
La estrategia de los partidos políticos en esta justa electoral será como la de un marido que le ha puesto los cuernos a su mujer: negar los hechos bajo cualquiera circunstancia y considerarse «limpios» y con los atributos personales para llegar a ejercer la Presidencia de la República. Sin embargo, a pocos meses para la elección, cuando los candidatos vean que su derrota es evidente, comenzarán las presiones internas para que renuncie a la candidatura y/o se alíe con alguno de los partidos que tienen mejor opción para ser votado.
De todos los contendientes, sólo dos o tres a lo sumo, tienen la seguridad de ser votados, los demás, esperan jugar su caudal de votos como una mercancía para la segunda vuelta, la cual será vendida a cambio de un botín político, es decir, el otorgamiento de empleos en instituciones donde puedan realizarse sin mayor problema el tráfico de influencias y negocios jugosos sin intervención de los órganos contralores.