Para el Utilitarismo la verdad y el bien no son entidades independientes. Ambas están determinadas por el criterio de utilidad. Lo útil es lo bueno y verdadero. Lo útil es el principio y norma de toda acción.
Bajo el peso del Utilitarismo toda acción se orienta hacia el provecho personal, institucional o de grupo. Lo útil se convierte así en paradigma moral, aislado de cualquier otra consideración racional: antropológica, social, política o filosófica.
El Utilitarismo hunde sus raíces racionales en la Sofística griega y en ideas y principios propuestos por Maquiavelo. Y, aunque no hubiera tenido formulaciones lingí¼ísticas y filosóficas como las anteriores, el Utilitarismo se actualiza en el mundo siempre que colapsan o están a punto de colapsar los grandes paradigmas de pensamiento y siempre que entra en períodos de relajamiento cultural, entendido éste como dispersión del pensamiento y de los esfuerzos relacionados con su integración.
Lo mismo ocurre con los hombres en particular, pues en la medida que pierden de vista las ideas y principios morales más importantes y generales que ha generado el mundo civilizado, o que entra en períodos de ignorancia y rechazo (voluntario o involuntario, directo o indirecto) a la alta cultura (que siempre es universal) o que pierde el interés por la integración de la cultura, en esa misma medida da la vuelta hacia su refugio primitivo que es el Utilitarismo.
El Utilitarismo es el síntoma de la decadencia; el principio del caos, porque lleva implícita la idea de lo relativo. Sus consecuencias las vemos en todos los órdenes de la cultura: en la educación, en los programas de los partidos políticos, en los sindicatos, en las asociaciones gremiales, en los programas de dirección de las instituciones, en los planes de gobierno, y hasta en los proyectos de vida (si es que se los proponen) de cada individuo.
Las consecuencias son muchas, pero veamos al menos dos que resultan de las más importantes: la escuela por lo general premia únicamente resultados, pocas veces procedimientos y casi nunca el esfuerzo personal. Los objetivos y contenidos de los programas de estudio se orientan hacia lo práctico y hacia la inmediatez, cuya motivación casi siempre está determinada por la capacitación de la mano de obra semicalificada y no por la formación integral de los educandos. Esto se ve en todos los niveles. Otra consecuencia la podemos ver muy bien en los días que corren. Los partidos políticos, con el cinismo que les caracteriza, echan mano de todo cuanto recurso les pueda ser útil, aún cuando pueda ser ilícito. Por otra parte, los procedimientos de organización a su interior, nada tienen de democráticos porque violan sus propios reglamentos a favor de los intereses personales de quienes se creen dueños de los mismos. Lo mismo podemos decir de los sindicatos y otras entidades sociales y políticas.
Efectivamente, asumir el Utilitarismo es práctico y útil (valga la redundancia) si se tiene en la mira algún objetivo liviano a coto plazo, pero no se puede pensar en el desarrollo de una nación o en la formación de seres humanos únicamente con la visión y aplicación del Utilitarismo.