Las diferentes formas de utilizar la propaganda negra se empezaron a conocer durante la Primera Guerra Mundial. También se denominó propaganda de guerra. En esa etapa sus impulsores utilizaron, en forma organizada, el rumor, fotografías y la impresión de textos (carteles) para confundir. Posteriormente, sus técnicas se ampliaron durante la Segunda Guerra Mundial. En esta etapa debe recordarse al equipo de propaganda de Hitler (repetir una mentira mil veces para que se convierta en verdad) y la japonesa Rosa de Tokio (a través de la radio una mujer trataba de crear desánimo entre la tropa enemiga). En ambas conflagraciones los impulsores de la propaganda negra se propusieron modificar la verdad para lograr diferentes efectos (temor de perder la guerra) entre los soldados y cambiaban la realidad de acciones bélicas: una derrota la convertían en victoria.
La propaganda negra tuvo otras características con la denominada Guerra Fría: se impulsó el uso masivo de la televisión, cine y literatura para desprestigiar la vida socioeconómica y política de cualquier gobierno socialista o capitalista. La comunicación persuasiva fue utilizada para engañar.
La propaganda negra puede definirse -según el doctor Andrew Sojo, de la Universidad Central de Venezuela- como «un esfuerzo propagandístico en el cual los perceptores no advierten propósitos, la verdadera fuente del mensaje y no saben que alguien está tratando de controlar sus reacciones». Es una intervención racionalmente planificada por los servicios de inteligencia militar de un país, lo cual supone destinar grandes recursos para llevarla a cabo. En el caso de otras naciones, como Guatemala, generalmente la propaganda negra es impulsada por agencias de publicidad -en especial extranjeras- quienes, después de firmar contratos, operan en el anonimato, o por antiguos agentes vinculados a la guerra psicológica.
La propaganda negra también se encuentra inmersa en el proceso electoral de un determinado país y se expresa en acciones políticas de carácter psicológico. Su característica es dar a conocer, en forma masiva, planteamientos no veraces, reproducidos constantemente, dirigidos a toda la población o sectores de ella, colocando una firma falsa (individual, de grupo o una institución) con el propósito de alterar los valores de una mujer u hombre propuestos para alguna candidatura, eliminando sus factores positivos para convertirlos en negativos. Es una forma de violencia social pues trata de anular la credibilidad de una candidata o candidato, colocarlos como ineptos, crear confusión en las filas de su organización, vincularlos con ideologías a las cuales se califica de peligrosas y, en definitiva, lograr el rechazo de la población asumiendo su peligrosidad electoral.
Quienes participan en el desarrollo de la propaganda negra lo hacen a través de directrices autoritarias. No les importan los medios a utilizar para crear imágenes apócrifas de hombres y mujeres que ejercen sus derechos a ser electos en un cargo de elección popular. Asimismo, tienen acceso a información clasificada o la inventan para desacreditar al adversario. Utilizando amplias cantidades de dinero impulsan sus propias encuestas -con secretismo e impunidad- para dar a conocer conclusiones falsas.
En la actualidad la propaganda negra tiene especial relevancia con el uso de la radio, televisión, periodismo impreso e Internet. Quienes la promueven no difunden una opinión o doctrina. Se presentan como amigos o «salvadores» del entorno sociopolítico. Estos factores se encuentran inmersos en el criterio de la guerra psicológica o el uso planificado de propaganda para modificar la actitud de las personas y cambiar sus planteamientos hacia los emisores de ese tipo de propaganda. Manipulan símbolos tratando de llegar a la emoción política del receptor. Utilizando técnicas modernas no se proponen lograr adeptos. Su objetivo es intimidar a quienes votarán por una nueva perspectiva política. Para lograrlo escamotean la verdad e impulsan el temor en diferentes sectores de la sociedad para modificar su criterio de que es posible lograr un nuevo gobierno.
Los impulsores de la propaganda negra tienen varias debilidades, entre ellas, la necesidad de mantener oculta su identidad. Es una acción clandestina con problemas pues laboran en oficinas no registradas, con técnicos de mucha confianza pues trabajan en un país diferente al suyo y, si son nacionales, deben garantizar su discreción. De igual manera sus honorarios son demasiado altos para depositarlos normalmente en un banco pues se exponen a ser rastreados por lavado. Quienes los contratan deben darles la seguridad necesaria o se exponen a ser descubiertos. Pueden agregarse otros factores para quienes se mueven como mercenarios de la información falsa vulnerando las leyes del país donde se encuentran.
Ciudadanos y ciudadanas de Guatemala deben rechazar la propaganda negra evitando su reproducción. Sólo de esa manera se puede evitar la inestabilidad política y fortalecer el desarrollo de la democracia. (Continuará).