El concepto de soberanía nacional que en apariencia prevaleció durante siglos, especialmente en Latinoamérica, ha dado paso a nuevos criterios, sobre todo en lo que respecta a la observancia de los derechos humanos y el manejo transparente de las finanzas públicas, para citar dos asuntos de suma importancia.
De esa cuenta, Guatemala recibe periódicamente visitas de observadores o comisionados de la Organización de las Naciones Unidas o de sus organismos, y de la Unión Europea o países cooperantes, para verificar si el Estado cumple con elementales requisitos indispensables para recibir el apoyo internacional, generalmente mediante recursos no reembolsables.
Durante décadas, asimismo, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial han dictado las políticas financieras, económicas y monetarias de los países latinoamericanos, habiendo impuesto modelos de tendencia neoliberal, encaminados a reducir a lo mínimo la participación del Estado en casi todas las esferas de la actividad colectiva, incluyendo la privatización de estratégicos medios de producción, en beneficio de pequeñas élites nacionales que se han enriquecido conjuntamente con empresas transnacionales, mientras las clases populares se hunden en la miseria, la marginación y la explotación.
Paralelamente y desde su ángulo positivo, distintos personeros del Banco Mundial han exigido el correcto manejo de los fondos estatales, para evitar que se profundicen los índices de corrupción, recomendaciones que generalmente han sido elogiadas por casi todos los sectores, en lo que respecta a Guatemala, donde priva el compadrazgo, el clientelismo y el tráfico de influencias que facilitan y estimulan acciones de naturaleza corrupta.
Sin embargo, el presidente del Banco Mundial forma parte de esa clase de personajes que predican, pero no se convierten y que ven la paja en el ojo ajeno, porque en tanto que constantemente critica las diferentes modalidades de corrupción que florecen en América Latina y otros países del Tercer Mundo, ese alto funcionario de rango internacional no ha tenido escrúpulos en incrementar exageradamente el sueldo de su novia, como pudorosa e hipócritamente llaman los periodistas norteamericanos a las amantes de los famosos, cuando no las califican de «parejas sentimentales».
Paul Wolfowitz, tal el nombre del presidente del BM, antes de ser designado para ese cargo era subsecretario de Defensa de Estados Unidos y desde entonces sostenía relaciones amorosas con Shasha Riza, quien recibía su sueldo del Banco Mundial, aunque se desempeñaba como experta en Medio Oriente de la compañía SAIC, que brindaba servicios de inteligencia al Pentágono, en flagrante violación a las normas del personal del BM.
Como las reglas del Banco Mundial también prohíben que parejas se supervisen entre sí o tengan la misma autoridad, cuando Wolfowitz asumió la presidencia del BM, Riza fue removida a un puesto en la cancillería de Estados Unidos, pero antes su novio le concedió dos aumentos de sueldo, el primero de US $47,300 y el siguiente de US $13,590, un salario, de US $ 193,590 libres de impuestos, superior al que devenga la secretaria Condoleezza Rice.
Otras informaciones más oscuras rodean este escandaloso caso que implican al jerarca del Banco Mundial, quien ha recibido el apoyo del presidente Bush, para que continúe en su cargo, en tanto que la junta directiva del organismo multilateral analiza el asunto y el sindicato laboral exige la renuncia de Wolfowitz, quien seguirá criticando el tráfico de influencias y la corrupción en el Tercer Mundo.
(Un funcionario del Banco Mundial le dice al representante de Guatemala en una reunión continental, Dr. Romualdo Gaffo: -Su pueblo debería comprender que el dinero no hace la felicidad?la compra hecha)