Disquisiciones polí­ticas


Como jamás me he propuesto aspirar a un cargo público de elección popular, me resulta sumamente difí­cil comprender las razones que impulsan a algunos ciudadanos, incluso de definida claridad intelectual, a postularse a la Presidencia de la República, sin que, al menos desde mi particular perspectiva, tengan remotas posibilidades de alcanzar sus quiméricos objetivos.

Eduardo Villatoro

Me pregunto si será exceso de confianza en sus presuntas habilidades polí­ticas, sobreabundancia de elogios de un reducido grupo de amigos o simpatizantes que esperan obtener ventajas personales, optimización exagerada de su ego y afanoso empeño de figurar públicamente aunque sea en la zaga de los competidores, simple deseo de gastar su dinero, ingenuidad impropia de personas maduras ¿o qué?

Mientras tanto, a estas alturas del ambiguo proceso eleccionario, cuando el Tribunal Supremo Electoral no ha oficializado la convocatoria correspondiente, varios precandidatos presidenciales se han posesionado en ubicaciones de relativo privilegio en el ánimo de la conciencia popular, según los resultados de las encuestas publicadas por Prensa Libre, que en certera medida reflejan el grado de inclinación hacia los que encabezan tales sondeos.

Por supuesto que no se puede garantizar que el aspirante ílvaro Colom triunfe en la primera vuelta con mayorí­a absoluta o relativa, pero tampoco nadie puede asegurar, a la inversa, que no sea el próximo Presidente de la República, en vista de que es el polí­tico con mayor experiencia en esta clase de contiendas, al haber participado en dos anteriores oportunidades, además de que encabeza los otros estudios de opinión que se han realizado empí­rica o profesionalmente, de suerte que resultarí­a sorpresivo o extraño que no ocupara la primera o, en caso muy singular, la segunda posición en las elecciones de la primera ronda.

El militar Otto Pérez Molina, como es harto sabido, se instala por el momento en la segunda ubicación de preferencias del electorado, pero con un porcentaje muy inferior al del precandidato de la UNE. Si la esquiva lógica polí­tica se impone, seguramente el abanderado del Partido Patriota continúe con ese rumbo y arribe a la meta en esa segunda posición, siempre y cuando que no surjan imponderables que se dibujen en la figura del ex pastor evangélico Harold Caballeros, quien podrí­a captar a esa heterogénea masa de ciudadanos indecisos, sobre todo si su naciente organización polí­tica ViVa llega a aliarse con el Partido Unionista, recibiendo así­ la bendición del alcalde ílvaro Arzú, imagen predominante aún en amplios sectores de la población guatemalteca.

Menos posibilidades se aprecian en este momento a las aspiraciones del médico Alejandro Giammattei, a quien el desgaste del régimen del presidente Berger le afecta profundamente, fuera de que ya perdió la efí­mera calidad de supuesto héroe del allanamiento a la cárcel de Pavón.

No ha crecido, como optimistamente lo presagiaban sus adeptos, la precandidatura de la señora Rigoberta Menchú, perdida entre el limbo de sus orí­genes étnicos e ideológicos y sus compromisos con el actual gobierno empresarial; en tanto que el médico Francisco Arredondo no llega a despegar con el sí­mbolo del PAN, pese a su innegable simpatí­a personal, y es de prever que el empresario radial Luis Rabbé no superará los votos que obtuvo hace cuatro años el generalí­simo del FRG.

Estas siete personas son las que, presumo, representan opciones reales pero relativas, para disputar la Silla Grande, en tanto que los otros ocho o nueve polí­ticos que pretenden suceder a don í“scar, el Bonachón, están tan verdes como el precandidato supuestamente ecologista Rodolfo Rosales Garcí­a-Salas o el académico Eduardo Suger.

Cabalmente pensando en las pretensiones de este cientí­fico inicié los apuntes de este artí­culo, así­ como en el sociólogo í‰dgar Gutiérrez, cuya capacidad de análisis es conocida, porque por más esfuerzos que se propongan entregar en sus campañas, no veo resquicio alguno que les abra la oportunidad de lograr una decorosa posición.

En ese mismo renglón de derrota anticipada visualizo a mis amigos Miguel íngel Sandoval, el Zurdo, y Pablo Monsanto, quienes disputan un mismo segmento del electorado, es decir, la esparcida y escéptica izquierda, apetecida también por el ingeniero Colom y la señora Menchú.

Considero que el ex alcalde Fritz Garcí­a-Gallont estarí­a haciendo lo correcto al abandonar la lid electoral, para atender la salud de su esposa (a quien deseo su plena recuperación), mientras que el cura ortodoxo Andrés Girón, el diputado de la música norteña Mario Estrada y el jurásico anticomunista Leonel Sisniega Otero, apenas sobrevivirán a la hecatombe que les espera.

(Cierto precandidato presidencial, de quien se rumorea que es muy aficionado a la cucharada, consulta en su clí­nica al doctor Romualdo Zirrocis, quien, después de examinar al paciente y los resultados de laboratorio, le dice: «No logro encontrar las causas de sus cólicos, pero, para serle sincero, creo que se debe a la bebida». El aturdido polí­tico responde: «Bueno, en ese caso volveré cuando usted esté sobrio»).