Con el mes, exacto y cumplido, como fue él, se despidió de la vida mi hermano Carlos, el 31 de marzo de 2007.
Quizás aún no le tocaba esa despedida por nuestro ancestro familiar longevo, pero así lo quiso una afección hepática de la que ya no pudo recuperarse. Su organismo macizo sucumbió sin quejas, sin lamentos y se durmió tranquilo. La única cauda somos sus deudos, esposa, hijos, nietos y yo, que tampoco sé, como dijo el poeta, me buscará «la dama del alba». Todos agradecemos las múltiples muestras de condolencias que se nos han prodigado.
Consuela tomar en cuenta que la suya fue una vida productiva en su labor periodística de más de medio siglo en diversos medios de comunicación social, incluso aquí en la que fue La Hora Dominical, como reportero, como redactor, Dentro de todo ese quehacer periodístico recibió homenajes, galardones; en la actualidad llegó a constituir el conglomerado del actual núcleo de la «vieja guardia». Dentro de su polifacético periodismo escribió información, comentarios, crónicas deportivas pues practicó muchas ramas del deporte, fue incluso, Juez de Lidia taurina, aun cuando no fue torero.
Y así, dentro de todo este bagaje de ideas esparcidas en los surcos del saber le dio un respiro a la mente, porque como se deja dicho: «No ha muerto, duerme», y despertará cada vez que se haga lectura de sus escritos, cada vez que se le mencione al rememorarlo, escuchará, estará atento para responder a los requerimientos periodísticos que se le formulen, y de esa forma, entrará a constituir el universo de los inmortales, porque quien deja tras de sí una cosecha de ideas prodigadas a sus semejantes, no muere jamás.
Carlos: Te seguiremos viendo, apreciando y consultando.