Ninguno de los dos sirve. El monstruo, hecho de pedazos y a puro costurón de cirujano irresponsable y grosero, acabó revelándose contra el padre; y la vaca, echada y sin visos de salir de su letargo, ve al monstruo rodearle el cuello, le sonríe y se deja ordeñar con morbosa indiferencia.
La Policía Nacional Civil y el Ministerio Público son los mamotretos de nuestro Estado. Las caricaturas de las instituciones que deberían garantizar nuestra seguridad y la aplicación de la justicia. El peor fracaso del gobierno de turno y la vergí¼enza de toda la nación.
No se puede pensar en la reforma del monstruo sin la reforma de la vaca echada. Así como ha colapsado Frankenstein, cabe esperar que colapse, en poco tiempo, nuestra vaca indolente, por cuanto las deficiencias y las infiltraciones que ha hecho la corrupción han minado el corazón de los mismos. La indolencia, la abulia, la irresponsabilidad, la indiferencia, la incapacidad y la cobardía han hecho de nuestra vaca y de nuestro monstruo una pareja tal para cual y los factores más retrógrados y peligrosos para nuestra débil democracia.
¿Y qué podíamos esperar de un gobierno hecho de falsos líderes, inflados a pura propaganda, indispuesto e incapaz de asumir la responsabilidad de reformas radicales que promuevan, no la creación de monstruos ni la crianza de vacas flacas si no, por el contrario, la reforma y el fortalecimiento de las instituciones a partir de medidas tomadas con sabiduría y firmeza de carácter? Hoy tomamos conciencia del fracaso de un gobierno, después de casi cuatro años de tanteos e improvisaciones y hemos sido incapaces de exigir, desde el principio, acciones claras dirigidas a salvaguardar la raquítica democracia a la cual pírricamente hemos accedido después de casi doscientos años de vida independiente. Debemos sentirnos cómplices, todos, en la creación de Frankenstein y en la crianza de esa gran vaca inútil que hoy pretende lavar su facha de adefesio con la investigación sobre la muerte de los diputados salvadoreños, dejando por un lado cientos de investigaciones relacionadas con los crímenes de ciudadanos «comunes y corrientes» cuyos familiares esperan la justicia (no la divina porque esa de nada sirve en la vida política de los pueblos), que es obligación del Estado brindar a los ciudadanos.
La única esperanza es que, como en la obra romántica, el monstruo se apacigí¼e al reconocer y ser reconocido por su creador. Es decir, al cerrarse el círculo de la autoconciencia a través del reconocimiento. Acto que siempre resulta violento y por violento, doloroso. La democracia es como el ave Fénix, se renueva cada vez que se incinera o que se incinera a sus engendros monstruosos.
En cuanto al esperpento de la vaca, sólo queda esperar (no sabemos cuánto tiempo) que su misma inercia o dinámica interna la enferme de muerte para que la misma, que siempre es purificación, dé lugar a algo mejor.
En todo caso, los mamotretos de nuestro Estado son el fruto de la miseria.