La pregunta del millón


Antes, en y después de la visita a Guatemala del presidente Bush, cobró vigencia la pregunta del millón: a qué vino el controversial, odiado por muchos y admirado por pocos. Los hechos causan el repudio donde quiera y evidencian el señalamiento: «Por su obra lo conoceréis».

Juan de Dios Rojas
jddrojas@yahoo.com

El sentido común infiere haber representado una simple escala de pocas horas útiles, en el contexto de horas-hombre. Solaz y esparcimiento, del orden turí­stico a costa del menoscabo de nuestra economí­a; la capital virtualmente fue sitiada ese mismo tiempo, ¿A cuenta de qué?

Si hubo expectativa tocante al asunto prioritario de la inmigración, el caso se soslayó por completo; en cambio fueron tocados temas como el narcotráfico y las maras. De consiguiente, el ingenio chapí­n infaltable señala puntualmente que al final: ¡nada en dos platos!

Las horas de esa visita constituyeron una muestra de lujo de fuerza, mediante el aparato del servicio secreto prepotente. Dio impresión y valga cierta comparación de aquellas acciones, semejó que un extraño llegue y pretenda a la vez sacar de su casa al propietario. ¡Qué cosas!

Su presencia en Guatemala obedeció sin duda alguna sobre la veleidosa polí­tica, a efecto de buscar la elevación de sus bonos en tal materia, bajo el enunciado de una mejorí­a de las relaciones con la América Latina. Cuestión muy lejana si tomamos en cuenta el TLC y similares.

De parámetro sirve la historia que proporciona el dato de ser el tercero de los presidentes estadounidenses que pisa suelo nuestro; en su orden lo precedieron: Lyndon Jonson y Bill Clinton. Añado, la primera dama Eleonor Roosevelt hizo un viaje de buena voluntad sin tanta bulla, hace muchos años.

Colofón: la presencia de Bush motivó manifestaciones de protesta y repudio, empero algunos sectores protagonizaron enfrentamientos con la policí­a, resultando golpeados, heridos y capturados. Peor aún, tuvo presencia el vandalismo que dio cuenta con el patrimonio nacional y la propiedad privada.