El tercer demonio


Ayer, PRENSA LIBRE sentenció en su portada: «A 25 años de asonada militar, aún quedan resabios de impunidad, autoritarismo y estructuras y modelos propios de aquella época». La «censura de muerte» ejercida durante la guerra permitió la apertura de los espacios que ahora tiene la Prensa para decir y escribir, si bien las polí­ticas informativas mantienen un sesgo y se dirijan en función de intereses polí­ticos y económicos.

Marco Vinicio Mejí­a

En la actualidad, continuamos desgarrados entre dos teorí­as de la memoria. Para la primera, durante más de tres décadas hubo sólo un demonio: la represión sin reglas. La teorí­a que se le opone tiene menos adeptos, a pesar de estar apegada a la verdad histórica: no hubo un demonio sino dos. Según el segundo planteamiento, el Ejército cometió terrorismo de Estado y hubo un terrorismo sin Estado en el cual incurrieron las organizaciones insurgentes. Ambas manifestaciones de terrorismo son injustificables. Tanto en su variante masiva como en la selectiva, el terrorismo de Estado se cobró miles de ví­ctimas. El terrorismo sin Estado, cientos. Ni las justificaciones de la obediencia debida de los militares ni los ideales de los ex insurgentes, mientras los tuvieron, los libera de la responsabilidad de realizar un examen de conciencia.

Al centrarnos sólo en esas dos teorí­as, corremos el riesgo de ignorar el tercer demonio: la violencia criminal que ya no ocupa la memoria del «conflicto armado interno» sino las vivencias cotidianas del tiempo presente. El tercer demonio es el más peligroso, y para unirnos frente a él, debemos cumplir entre todos la tarea de salir en busca de un futuro que les pertenece a nuestros hijos.

La violencia de la guerra, con toda su crueldad, es irreversible, pero algo puede hacerse todaví­a contra la violencia del nuevo milenio. Los asesinatos de represores y de guerrilleros pertenecen, irremediablemente, al pasado. No debemos olvidarlos ni cesar de pedir que se esclarezcan; tampoco debemos dejar de lamentarlos. Pero si nos concentramos únicamente en lo que pasó durante las décadas pasadas, corremos el riesgo de distraer fuerzas para enfrentar la furia del tercer demonio.

A diferencia de las otras dos, esta tercera violencia puede evitarse. ¿Una mejor disposición de los planes de seguridad podrí­a evitar, por ejemplo, el sostenido feminicidio? ¿Cuántas mujeres se pueden salvar? ¿Qué importa más para los que conocen más y sufrieron menos? ¿Las muertes inevitables de quienes murieron hace décadas o las muertes inminentes, pero evitables, de los que pronto morirán?