¡Pobre Guatemala!, ¡pobres los guatemaltecos! En todo el país está campeando la inseguridad personal y patrimonial sin mayores esperanzas de que desaparezca ese «monstruo» que nos está golpeando despiadadamente en las ciudades y en casi todo el ambiente rural.
No hay tranquilidad, sino zozobra, en los hogares, en los centros de trabajo, en las calles, en los recintos de espectáculos públicos, en los caminos, en los campos deportivos, en los balnearios y, virtualmente, en todos los lugares del territorio nacional.
Sólo los burócratas empingorotados pueden sentirse a salvo de lo que está ocurriendo, por cuanto los siguen, como la sombra al cuerpo, los guardaespaldas. Es más, se movilizan sobre ruedas de blindados. Bueno, ¡eso puede ser bien relativo!
Ni en la Casa Presidencial puede haber seguridad plena desde que fue cometido el «misterioso» magnicidio perpetrado contra el coronel Carlos Castillo Armas, caudillo del movimiento de la Liberación.
La gente casi no circula de noche como antes, y a cualquier hora del día anda viendo por aquí y por allá temerosa de sufrir asaltos con ocasión de robo, y las personas que son víctimas de los atracos ya no oponen resistencia a los maleantes, pero si resisten pueden ser apuñalados o asesinados a golpes o a balazos, no importa que los hechos se cometan a la vista de los transeúntes, quienes para no enfrentarse a los pícaros o para no acudir a los cuerpos de policía o a dar declaraciones testimoniales en los tribunales llamados de «justicia», optan por hacer mutis pensando en que en boca cerrada no entra mosca…
En algunas carreteras hay problemas de asaltos a los vehículos, especialmente de los autobuses, tráileres, pipas y camiones propiamente dichos, con propósitos de despojo de los objetos de valor de los tripulantes y pasajeros en general. Los automóviles no se escapan de las acciones de los facinerosos.
Varias son las personas que nos han hecho referencias o denuncias respecto de la peligrosidad que entraña circular a ciertas horas, sobre todo de la noche, en la kilométrica, sinuosa y empinada cuesta La Conora, situada ya para llegar, con procedencia de la capital, a San José Acatempa, de la jurisdicción departamental de Jutiapa.
Conductores de automotores han sido despojados de los «patas de hule», de dinero, relojes, anillos, cadenas de oro, entre otros objetos de valor.
Nos refieren que elementos de la Policía Nacional Civil recorren la mencionada pendiente en horas de luz, mas no en las de las sombras. Y es que los forajidos andan armados hasta los dientes: con la temibles AK-47 y otros mortíferos «escupefuegos».
La cuesta La Conora está, justamente, en donde principia, a pocos pasos, por así decirlo, de la bifurcación donde se cruza hacia la frontera con la hermana república de El Salvador. Es la vía que acorta distancias. Ya el tramo de la ruta interamericana El Molino-San Cristóbal Frontera sólo pocos viajeros de Chapinlandia y de la Guanacia la transitan, dada su longitud.
Como La Conora, en lo que a peligrosidad de tránsito se refiere, hay otros puntos viales en diferentes departamentos de la república que poco movimiento vehicular registran a toda hora del día y de la noche, especialmente de la noche, lo que debe motivar las medidas pertinentes de parte de la autoridad policial.
En la calle, la gente comenta las cosas en mención. No faltan los ciudadanos y las ciudadanas que dicen que los malhechores que infestan el ambiente andan mejor armados que los agentes del orden y que, por esa razón, no patrullan los caminos más que con alguna frecuencia y bajo la luz del sol.
Así que… ¡cuidadito con pasar por la cuesta «La Conora» en horas no aconsejables para zumbar en «trastes» y «trastones» rodantes, ya que la cosa de la inseguridad es rusiente y, por lo visto, va de mal en peor.