Aquí­ le va un mensaje para usted, padre de familia


Infinidad de veces he dicho que las autoridades constituidas muy poco hacen por evitar accidentes, especialmente las de tránsito, ahora que el llamado parque vehicular ha crecido de manera exorbitante. Pocas señales indicativas y precautorias; mal sistema de semáforos; falta de educación vial; corrupción en la extensión de licencias; incapacidad manifiesta de los pocos policí­as de tránsito y muchas otras carencias y errores más, se han venido a sumar para provocar pequeñas, medianas y grandes colisiones, actos y condiciones peligrosas y lo más penoso, irreparables pérdidas de vidas humanas.

Francisco Cáceres Barrios

Pero, ¿tantos accidentes que ocurren a diario son exclusivamente provocados por las autoridades? Usted y yo, estimado lector, llevamos tiempo de saber que patojos y patojas, como le llamamos en buen chapí­n a nuestra juventud impetuosa, inexperta y muchas veces irreflexiva, solicita en calidad de préstamo el carro de papito o mamita para ir «a dar una vuelta». Al fin de las cansadas reciben las llaves, no sin antes ser advertidos de la necesidad de ser prudentes y cuidadosos. Hay otros más afortunados, aquellos que por tener sus padres más recursos económicos pueden comprarles su carrito, siempre que haya sacado buenas calificaciones y si se porta bien.

De aquí­ parte mi inquietud, ¿alguien cree que solo «advirtiendo» se logra el cometido de evitar accidentes?; ¿cuántas veces usted no ha podido apreciar el violento, agresivo e irresponsable manejo de tantos jóvenes, que a la menor provocación salen disparados para demostrar que ellos también saben manejar el más grande, rápido, ágil y potente vehí­culo que haya en el mercado?; ¿ se habrá puesto a pensar cuál ha sido el ejemplo que usted les ha dado?; ¿acaso no han sido sus malas actitudes y comportamientos al timón de su vehí­culo, lo que les haya servido para que ahora ellos lo imiten igual o peor?

Hace poco fui un espectador más de muchos que pudimos ver cómo una camioneta polarizada en el Periférico le cerraba el paso a un carro que con escape abierto hací­a mucha bulla, su joven conductor acababa de rebasarlo con lujo de temeridad y violencia. Después de obligarlo a detener la marcha, se bajaron dos clásicos guaruras con tremendas armas de fuego en actitud por demás intimidante. En un décimo de segundo pasó por mi mente la pregunta ¿a qué clase de riesgos exponemos a nuestros hijos por no educarlos, formarlos y capacitarlos debidamente cuando les confiamos un vehí­culo, cuyo mal uso puede ser la causa de muerte, dolor y llanto? Piénselo usted también padre de familia, la situación del paí­s se pinta para la ocurrencia cada vez más repetitiva de hechos trágicos lamentables. No sea usted quien los propicie. Su familia y la sociedad se lo van a agradecer.