Las enormes y genocidas bolas del bucanero


Es increí­ble el descaro y el cinismo del personaje que gobierna a los Estados Unidos, hoy por hoy, y que con justicia están queriendo echar un sector de sus propios paisanos por idiota, por falso y por mentiroso. Y no me vengan con cuentos de que hay que respetar a un dignatario y más si es extranjero. El respeto se debe dirigir a aquél que respeta. Y este señor y su prepotencia ante una alfombra, como lo fue el que desgraciadamente dirige los desviados destinos de nuestro paí­s y sus funcionarios, vino a ocupar simple y sencillamente al paí­s, a su patio trasero.

Carlos E. Wer

Y digo, que es increí­ble su cinismo, porque al poner en boca de su sirviente de que «en poco tiempo los gobiernos de Estados Unidos, México y Centro América podrí­an trabajar en forma conjunta, a fin de combatir de mejor manera el tráfico de drogas», lo hace a sabiendas que su diabólico padre es el responsable de inundar a su propio paí­s (si es que estos desnaturalizados pueden sentir amor por su paí­s), de crack e iniciar así­, no solamente el enorme negocio de la droga (cercano al trillón de dólares), sino el derrumbe moral de los Estados Unidos.

Esta columna, en repetidas oportunidades ha recordado del resultado de las investigaciones que efectuara la Comisión Kerry, nombrada por el Senado de los Estados Unidos, y que determinara la responsabilidad de ese engendro, en dicho acto delictivo, motivo por el cual aún existen cinco juicios que nunca han sido ejecutados.

Claro (como los ladrones de TELGUA), que a él, a su familia y a los poderes que sirven les importa un reverendo comino el que se sepa la verdad, no solamente de su fortuna mal habida, sino de la infame manera en que ese negocio ha construido su brazo armado y vehí­culo de distribución «las maras», grupos que asociados al crimen organizado, mantienen a las poblaciones, no solamente en vilo, sino amedrentadas e impotentes.