Está visto que nuestros diputados no aprenden la lección, no toman el ejemplo de los fracasos sufridos por las bancadas anteriores, del desprestigio en el que ese poder legislativo cayó vergonzosamente desde hace muchas décadas. Se va un presidente de la nación y viene otro y la letanía se sigue repitiendo, como lluvia necia que ya no se le toma en cuenta, y que es tal su persistencia, que se le deja de oír hasta que se abre otro período que resulta igual o peor. Lo más increíble es que se comprobó que los castigos por más duros que estos sean no han sido capaces de frenar ni por asomo, los abusos y la corrupción que se desata en el pleno de este poder atrapado por la mafia, la ambición y los intereses personales que son tan fuertes que se olvidan de su puesto como servidores del pueblo, pagados por el pueblo para ese propósito y se creen omnipotentes, propietarios de Guatemala, dueños de su tierra y de su gente. El cinismo los mantiene firmes, tanto así que ya se les olvidó la humillación y la forma escandalosa con que el presidente Jorge Serrano Elías clausuró el Congreso, echó fuera del Legislativo a todos los diputados, en una redada depurativa, acusándolos de chantaje al Poder Ejecutivo y de corrupción a todos los niveles, acción tomada bajo el calificativo de: depurables; y según el historial legislativo de ese período presidencial, da fe que, el Congreso en pleno fue expurgado, por ello, extraña que el congresista del FRG Arístides Crespo (depurado) sin ningún escrúpulo lo negara recientemente, retorciendo la verdad, diciendo que: «los congresistas no fueron depurados porque ellos (los depurados) renunciaron». La realidad es que la lección fue tirada al cesto de los papeles y la historia vuelve a repetirse. ¿Quién tiene la culpa de la reelección de diputados mafiosos? Los partidos políticos que aún teniendo conocimiento de que muchos de sus candidatos a ocupar curules tienen problemas serios ante la justicia o graves denuncias de corrupción, son inscritos en sus planillas; ¿asunto de compadrazgo o de dinero? El caso deplorable es que, esos individuos con todo y su hoja delictiva siguen en el Congreso o desempeñando puestos públicos de manejo delicado. Con este cuadro de pésima conducta ¿cómo puede Guatemala salir del abismo? Imposible; mientras no surja un partido político que cuenta con el aval de gente limpia, de personalidades probas, dignos, honestos y responsables de su trabajo, la maquinaria oficial seguirá su misma línea. Pero mientras sigamos con nuestra indiferencia tendremos que aceptar, como siempre la victoria del peor de los candidatos a la primera silla y su séquito de diputados, elegidos entre desaparición de urnas repletas de votos; chantajes políticos; el doble y hasta el triple voto; camionadas de votantes engañados con regalitos de ocasión movilizados a los puestos de votación por astucia partidaria y otra retahíla de fuerzas que el pueblo acepta pasivamente porque no sabe usar su poder y las mayorías desconocen sus derechos manipulados por políticos sin escrúpulos. El país está tan traumatizado que sólo la idea del retorno al Congreso de nombres siniestros enredados en la mafia, le causa horror. ¿Pero tienen la culpa estos aspirantes a curules como el temido «cacique de Esquipulas»? Todos los guatemaltecos tienen los mismos derechos siempre que sean cumplidos los requisitos que la ley exige. Sin embargo todos conocemos los confites estratégicos de los manipuladores. Lo que no se explica el pueblo es la actuación timorata y nula del Tribunal Supremo Electoral, cuyo prestigio se está desmoronando, porque en lugar de tomar medidas extremas en los casos extremos toma medidas pusilánimes que dañan el proceso electoral. Se debe de actuar con rectitud y dureza: un partido político que postule a un mafioso debe de ser castigado severamente y dependiendo de la gravedad del abuso, suspendido en todos sus derechos. Talvez con una mejor ley electoral sobre la materia el Poder Legislativo funcione mejor, ya es tiempo de sacudirlo, para que sus integrantes antepongan sus intereses por el pueblo y hagan a un lado los intereses partidistas y particulares y saquen adelante los problemas de urgencia nacional.