La percepción de los errores


Pesada carga se habrí­a de volver, si se sopesara por quienes temporalmente conducen o protagonizan la conducción de la cosa pública, en cuanto a los desaciertos de su proceder polí­tico en el desempeño de sus cargos. O en los demás al evaluar sus propias decisiones.

Walter del Cid

La marcha del miércoles reflejó cómo en el magisterio nacional se han percibido algunos errores en la conducción polí­tica de esa cartera. «No hagas con una mano lo que destruirás con la otra», pareciera el sello cada vez más generalizado sobre el desempeño en lo público. Otro ejemplo.

En el Congreso el tiempo se diluye y casi se malgasta en inmisericordes ataques contra la conducción de Gobernación. Se están enfatizando los errores y los señalamientos aumentan de tono, pero aún no se llega a la propuesta. Quizás para el martes todo el esfuerzo por evidenciar lo que todo mundo percibe, se habrá de definir y, gracias a la «presión», nada cambiará, ahí­ la cosa seguirá igual.

Algunos ciudadanos participaron, fueron impulsados o motivados, el caso es que participaron. Una terna se propuso para el cargo de Procurador de los Derechos Humanos y en el seno de la respectiva comisión, se hizo omisión a tal esfuerzo. Peor aun se constituyeron en juez y parte al integrar en la terna definitiva a un diputado sin la más elemental trayectoria en la materia.

Si no fuera porque preferimos olvidar, no recordar las veces que hemos sido burlados, engañados y sorprendidos en nuestra buena fe, aquí­ hay suficientes elementos como para «darle vuelta al calcetí­n», pero nada va a pasar. La percepción de los errores en efecto impacta, pero su huella es pasajera y de nuevo volveremos a avalar y respaldar a quienes con su proceder nos suelen estafar.

Los guatemaltecos. Siempre esperando que otro tome el estandarte de la reivindicación. Y como el «otro» no aparece, sólo nuestro desencanto crece, y no nos atrevemos a cambiar. Todo sigue igual.

Cuando se vea en la historia esta época y el actual perí­odo gubernamental, quizás se volverán simbólicos los hundimientos. El hoyo del barrio San Antonio, será el más emblemático; el de la carretera al Atlántico, en junio del año pasado. El hoyo en el control penitenciario, en agosto del año antepasado. El hoyo en el fracaso de la lucha contra la corrupción, manifestado desde el primer año. Y el hoyo en donde nos escondemos para que todo siga igual. La percepción de los errores sólo nos ha vuelto indolentes, inactivos, sumisos en el conformismo creciente.