La rosa ensangrentada


Alrededor de las 12 horas con 30 minutos del pasado lunes, una espesa y extensa nube ensombreció de pronto ?y por alrededor de hora y media? la ciudad capital de Guatemala y sus alrededores. Este cambio climático repentino y temporal se produjo justo cuando George W. Bush retornó a la capital después de su visita turí­stica a Chimaltenango.

Ricardo Rosales Román

En efecto, en horas de la mañana el actual jefe de la Casa Blanca visitó el poblado de Santa Cruz Balanyá, la cooperativa Labradores Mayas en el cantón Chirijuyú, y el centro arqueológico de Iximché, la primera ciudad fundada por los mayas y lugar sagrado de los pueblos originarios en nuestro paí­s.

A esta hora es posible que el señor Bush ya esté de retorno en Washington y, quien sabe si no, rumbo a su rancho de Texas para tratar de descansar de su azaroso viaje de seis dí­as por Latinoamérica y de cuyas generalizadas manifestaciones de repudio e indignación no parece haberse dado cuenta.

Ni para el señor Bush y sus anfitriones fue una gira exitosa. Fue, más bien, una gira ampliamente repudiada en los lugares donde estuvo, y en otras capitales y ciudades del continente.

Además, por las extremas medidas de seguridad tomadas por las autoridades de los gobiernos visitados y por el despliegue de fuerzas militares y de los agentes secretos de seguridad estadounidenses, ésta pareció más una visita a paí­ses ocupados y en guerra, lo que sólo sucede en Colombia, en donde el conflicto armado interno más antiguo y no resuelto en Latinoamérica enfrenta a las fuerzas guerrilleras colombianas con los aparatos represivos y contrainsurgentes del gobernante que es considerado el incondicional aliado de la administración estadounidense en Sudamérica.

Es por ello que los despachos de prensa del viaje del presidente Bush por nuestro continente son documentos que deben conservarse como testimonio de los nuevos vientos que soplan a lo largo del hemisferio occidental y el cambio de época en que nos encontramos actualmente y cuya caracterí­stica más destacada es el cada vez mayor número de gobiernos y paí­ses que defienden y salvaguardan la dignidad de Latinoamérica y el Caribe, y luchan por la independencia, la soberaní­a y la autodeterminación de nuestros pueblos y naciones, en tanto se reduce el de gobernantes, polí­ticos, empresarios y grupos de poder propensos a bajar la cabeza ante el emperador del paí­s más poderoso de la historia y que ?no está demás repetirlo? pasa por uno de sus momentos más difí­ciles y crí­ticos al interior de su paí­s e internacionalmente.

Pero no es a ello que voy a continuar refiriéndome a partir de aquí­. No.

Es evidente que cada vez se generaliza más la opinión de quienes consideran que el cambio de la rosa de la paz en el Palacio Nacional de la Cultura es una ceremonia simbólica que se ha ido desgastando con el tiempo. No faltan tampoco quienes malévolamente cuestionen e intenten deslegitimar el proceso para la búsqueda de la paz por medios polí­ticos y los acuerdos suscritos.

Pero ?independientemente de lo anterior?, cuando me enteré que el presidente Berger habí­a decidido que Bush tuviera a su cargo el cambio de la rosa de la paz, me pareció inaudito, inaceptable. Al momento que la televisión pasó semejante desatino y atropello, me pareció que la rosa de la paz chorreaba sangre y que un retumbo de más de 250 mil voces de las ví­ctimas del conflicto armado interno se alzaban en justificado acto de protesta e indignación, al que se fueron sumando la de los cientos de miles de iraquí­es asesinados y los miles de muertos en Afganistán, en suelo palestino y en Lí­bano, como parte de los planes estadounidenses de ocupación y dominio en el Medio Oriente.

El principal responsable de estos crí­menes y otras atrocidades contra la humanidad, no tení­a por qué permití­rsele ofender más a los guatemaltecos.

Infame y repudiable fue también que haya estado en Iximché, sitio sagrado no sólo para los pueblos mayas sino que deberí­a serlo para todo nuestro pueblo y sus visitantes. En todo caso, esta afrenta está saldada. Los sacerdotes mayas simbólica, real y efectivamente, se han encargado de restablecer la dignidad de tan sagrado lugar.

La ofensa a la paz en nuestro paí­s está hecha. Pero ya llegará el dí­a en que nuestro pueblo tome el poder polí­tico, se emancipe nacional y socialmente, y se una a la lucha de los pueblos y naciones del continente que ya lo están logrando y con Cuba socialista y Venezuela bolivariana a la cabeza marchan al frente de la lucha por la libertad, la democracia, el progreso, la integración regional independiente y soberana, y la solidaridad y cooperación internacionalista humanitaria. Entonces, el agravio a la paz estará saldado.

Entre tanto, la cacerí­a, encarcelamiento y deportación de compatriotas indocumentados en territorio estadounidense es un insultante e irrespetuoso manotazo sobre la mesa en la que el prepotente visitante conversó con el presidente Berger.

En suma, lo más probable es que con lo que ha estado sucediendo últimamente y después de la violenta represión policí­aca y militar a los manifestantes en Tecpán y el Centro Histórico capitalino, cualquier cosa puede suceder en el paí­s de aquí­ a septiembre o inmediatamente después.